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A propósito del conflicto ruso-ucraniano. El Plan para la paz de Cinco Puntos de S. S. Pío XII.        Por: J.M. López Vega   

01.03.2022

A pesar de los esfuerzos, oraciones, negociaciones y discursos de S. S. Pío XII para evitar la guerra que veía venir, llegó lo inevitable. Las ambiciones humanas pudieron más que la razón y la justicia. El 01 de septiembre de 1939 la Alemania de Hitler invadió Polonia, iniciando así la Segunda Guerra Mundial.

En este artículo hacemos algunos comentarios al Plan de Paz de S. S. Pío XII conocido como "El Plan de los Cinco Puntos". Las fuentes documentales son El Radiomensaje de Navidad de Pío XII, del 24 de diciembre de 1939 y el libro de Oscar Halecki y James F. Murray, "Pío XII Eugenio Pacelli, el papa de la paz."

En su radiomensaje del 24 de agosto de ese año, una semana antes de que las tropas alemanas cruzaran la frontera polaca, el Papa Pacelli advertía sobre las consecuencias de una guerra querida por unos pocos, pero con un impacto desastroso en millones de seres humanos. Entonces pronunció una de sus sentencias más conocidas: "Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra."

Con la guerra en curso, el propósito de este plan no era tanto detener la guerra, sino proponer un nuevo orden fundado en la justicia y en la prosperidad, que sirviera como orientación en la postguerra, para la reconstrucción de las naciones y para prevenir nuevos enfrentamientos, teniendo además, como referente y condición para una paz justa y duradera, la centralidad de Cristo.

Los puntos de este Plan son:

1. Definir principios básicos de las relaciones internacionales, fundamentados en el derecho a la vida, el respeto a la dignidad humana y la independencia de las naciones. Además considera el derecho de las naciones a una justa reparación por los daños recibidos.

Se trata de una pieza clave para iniciar cualquier tratado de paz. Lo primero es establecer los conceptos básicos que deben ser respetados en toda negociación, que sirvan para establecer un lenguaje común y que eviten las interpretaciones unilaterales. Incluye además la necesidad de la reparación del daño. El país agresor estará obligado a restituir dos daños infringidos al agredido, en términos de justicia. "Cuando la igualdad de los derechos ha sido destruida, atacada o amenazada, el orden exige que se haga la debida reparación...El volumen de las reparaciones debe estar determinado no por la fuerza, no por la decisión caprichosa del egoísmo, sino por las reglas de la justicia y de la equidad recíprocas" Afirma Pío XII.

2. Las naciones deben de ser liberadas de la esclavitud que les ha impuesto la carrera de armamentos. Es decir, acordar el desarme, su proceso y tiempos.

Pero "el desarme debería de ser orgánico, progresivo y convenido de mutuo acuerdo". No solo material, sino también espiritual. El aspecto espiritual tiene que ver con un compromiso moral de las partes para evitar la propaganda embustera, inmoral, calumniosa y provocativa, que facilite la adecuación de la sociedad a una nueva época de paz, pero que también prevenga el surgimiento de nuevas hostilidades.

3. La constitución de instituciones jurídicas que sirvieran para garantizar el leal y fiel cumplimiento de los tratados, y, en caso de reconocida necesidad, para revisarlos y corregirlos. Esto evitaría decisiones arbitrarias y unilaterales, así como interpretaciones dolosas.

S. S. Pío XII sugería la posibilidad de crear Instituciones internacionales nuevas, en razón del fracaso de la Liga de la Naciones, (organismo antecesor de la ONU) para detener la guerra, o solucionar al menos, algunos de los puntos en conflicto. El desarme y su supervisión debería ser una de las principales obligaciones de estas instituciones.

4. Los tratados deberían sujetarse a una revisión equitativa y de mutuo acuerdo, por métodos pacíficos, de manera que considerara las necesidades reales y las exigencias justas de las naciones. Pero también con un espíritu amistoso, para evitar las falsas interpretaciones y el abuso de quienes buscan pretextos.

Por espíritu amistoso se refería al "espíritu que únicamente puede dar vida, autoridad y fuerza obligatoria a la letra muerta de los convenios internacionales." El ideal sería que este espíritu estuviera impregnado de la caridad cristiana, pero en estas negociaciones es necesario partir al menos de una postura de "buena voluntad" para solucionar los conflictos, una buena voluntad capaz de ponerse en el lugar del otro.

5. La paz genuina es imposible sin justicia y caridad fundamentadas en la Ley de Dios, proclamada en el Sermón de la Montaña. Este ideal cristiano "pudiera servir de fundamento general también para aquellos que no tienen el privilegio de compartir una misma fe con nosotros"

La verdadera paz solo es posible en una visión que trascienda los intereses particulares de las personas y las naciones. Necesitamos a Cristo para establecer una verdadera paz.

Pío XII Era consciente de la dificultad para convencer a quienes no se adherían a estos principios, pero confiaba en las raíces comunes de la cultura cristiana-occidental, que compartían, en su momento, las naciones en conflicto.

¡Qué diferentes se escuchan estas soluciones comparadas con las propuestas ahora por el Vaticano! ¿Qué es lo que observamos?

1. Falta claridad en las propuestas de resolución del conflicto. Se pide la paz, pero no se propone con la riqueza espiritual que la religión cristiana tiene para resolverlos. Quiere lograrse por medios exclusivamente humanos. Se evita hablar de los medios sobrenaturales.

Además, en lugar de buscar la libertad e independencia de las naciones, como sugiere S. S. Pío XII, Francisco insiste en borrar las fronteras y aniquilar las soberanías, a favor de un Gobierno Mundial. Con el pretexto de compartir los recursos económicos del mundo de manera igualitaria, nos conduce hacia un totalitarismo, del que será casi imposible librarse.

2 y 3. Claro que hacen falta Instituciones Internacionales que funjan como árbitros en los conflictos y en el desarme de la postguerra. Pero se requieren instituciones que promuevan la justicia entre las naciones, no que sean herramientas de los poderosos para imponer sus ideologías y sus intereses. Pío XII no confiaba en la Liga de las Naciones (hoy la ONU) porque no fueron capaces de resolver los problemas previos a la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo sucede hoy. Muchas palabras, pocas acciones y casi nula autoridad. Además de servir a los intereses del Nuevo Orden Mundial.

Carecemos de este tipo de instituciones jurídicas que sean capaces de, al menos, juzgar con base en la justicia y la verdad. Prácticamente todas tienen inclinada la balanza a favor de los poderosos, de los que aportan recursos para su funcionamiento.

Aquí es donde la Iglesia debería jugar un papel importante como árbitro. Pero ha perdido credibilidad, además de que Bergoglio se ha alineado con los programas de la ONU y de Foro Económico Mundial, controlados por los ricos y poderosos. La iglesia ha renunciado a su papel de mediador en los conflictos, que en otras épocas era una de sus fortalezas: los reyes acudían al Papa para que resolviera sus diferencias.

4. Francisco centra la solución de los problemas mundiales en la fraternidad, esperando que, con la buena voluntad de los gobernantes, se resuelvan los conflictos. Difícilmente. Porque la fraternidad es una virtud eminentemente humana, que no alcanza para conseguir la paz. Bergoglio olvida dos cosas que debió haber estudiado durante su formación:

a. Que el pecado original nos inclina hacia el mal. La soberbia, la envidia, la avaricia y la ambición desmedida impiden llegar a un acuerdo justo y duradero. Siempre habrá alguien que quiera sacar provecho de los conflictos y otros que detesten el salir de su "zona de confort".

b. Que sin la ayuda de Dios nada se puede, manos aún en la resolución de un conflicto internacional. La buena voluntad humana es insuficiente para frenar las ambiciones humanas.

5. Como consecuencia de lo anterior, tal como lo propuso S. S. Pío XII, en necesario colocar a Dios en el centro de las soluciones. Compartir con los demás la bondad de la Doctrina Cristiana. Pero Francisco, en su afán de construir una religión universal, prefiere renunciar a la evangelización, dejando a N. S. Jesucristo fuera de las negociaciones por la paz.


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