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NOTICIA COMENTADA 681

31.01.2024

Es mejor anunciar la verdad con dureza que guardar silencio en nombre de la mansedumbre. DUC IN
ALTUM. Por Don Marco Begato. 18ene24. https://www.aldomariavalli.it/2024/01/18/che-fare-meglio-annunciare-la-verita-con-durezza-che-tacerla-in-nome-della-mitezza/ 


Resumen:

La meditación sobre las Revelaciones de Santa Gertrudis de Helfta ofrece una mina de ideas espirituales para la vida del cristiano y no deja de reservar algunas lecciones que siempre sorprenden por su actualidad y audacia… el capítulo XLVI del libro IV nos introduce en un tema punzante y decididamente inusual en comparación con el género general del texto.
Estamos en la fiesta de Santa María Magdalena y, a y, como si o siempre le s e sucede a e a Santa Gertrudis, una visión luminosa la pone en c en contacto d o directo con o con el santo celebrado e ado en l n la liturgia del día. 


La historia avanza, según el típico topos narrativo de Gertrudis, a través de una alegoría en la que para cada acción histórica de la vida de María Magdalena se proponen a las almas fieles algunas prácticas piadosas y ascéticas. Por eso, para imitar a Magdalena en los gestos de mojar los pies de Jesús con sus propias lágrimas y s y secarlos con s con sus p s propios c os cabellos, s s, se recomiendan d an diversas formas de humillaciones y contrastes personales. Pero de repente toda la conversación cambia de a de tono:  

El Señor añadió: si queréis ofrecerme también el perfume que, según el Evangelio, esta piadosa mujer derramó sobre mi cabeza rompiendo el jarrón que l que lo contenía, tendréis qu s que a e amar la verdad. 

De hecho, quien por amor a la verdad y para defenderla se expone a perder a sus amigos, o sufre castigos o asume voluntariamente grandes penalidades, en realidad rompe su vaso de alabastro y derrama sobre mi cabeza un bálsamo de gran p an precio y o y llena el hogar de s de su d u delicioso aroma. 

Junto a las exhortaciones comunes dirigidas a la caridad, los sacrificios y la oración, la dedicación a la verdad se impone c ne como camino auténtico y seguro de elevación espiritual. Tengamos cuidado, es un compromiso vivido de tal manera que estemos dispuestos a darlo todo, incluso hasta sufrir sufrimiento y persecución. 

Este modo de decidir por la verdad se presenta como un elemento culminante del camino de la santificación, imprescindible para quien qu en quiere a e alcanzar la c a cima d a de l e la don a donación personal.  

Permítanme una desviación: en los Santos Evangelios ¿quién desprecia el gesto de Magdalena? Judas Iscariote, el que desdeña la verdad, el que cambia la tradición por la traición, el que rompe la amistad y finge el beso. El enemigo de la Verdad n dad no pue o puede de de dejar de o de odiar a M a Magdalena, y con  ella todo aquel que se humilla para a honrar la Verdad. 

Según la enseñanza de Santa Gertrudis, la verdad se impone ante todo como valor en sí misma; al mismo tiempo, también se derivan de él beneficios específicos para la vida de los hombres, tanto para quienes anuncian la verdad como para quienes reciben el anuncio. 

La verdad, está directamente relacionada con la moral: quien está dispuesto a sufrir por la verdad estará inevitablemente llamado a ser valiente y coherente, dispuesto a o a anunciar abierta y francamente, en un se un seguimiento auténtico y fiel.

Si entonces sucede que e que en su celo por la ve a verdad i ad incurre en alguna f a falta al defenderla, ya sea corrigiendo a su pr su prójimo con excesivo ardor y con palabras duras, ya mostrándose negligente o indiscreto, le perdonaré delante de Dios Padre y de todos. los h os habitantes del mundo, el cielo como un o una ve a vez excusé a é a María M a Magdalena.

Es mejor anunciar la verdad con dureza que guardar silencio para preservar la mansedumbre… Pero ¿Qué nos dice realmente el Señor con estas revelaciones? La dureza y la indiscreción son defectos que deben evitarse. Sin embargo, es evidente que la p a propagación de l n de l n de la ve a verdad es en s n sí misma más importante que c que cualquier compromiso.

En resumen, lo mejor es anunciar la verdad con la mansedumbre aprendida de Cristo. Es bueno anunciar la verdad en cualquier caso, incluso cediendo a algunas durezas: se invocará a Dios para que intervenga para arreglar y enderezar las imperfecciones de los anunciadores. Es r s reprochable omitir la verdad en nombre de e del respeto humano. Es m Es malo traicionarlo para seguir los pensamientos de s de este mundo. 

Quizás quienes descuidan decir la verdad en nombre de otros valores de convivencia lo hacen en última instancia porque aún no h aún no h aún no han s an sentido e do el verdadero amor de C de Cristo en s en sus vidas. 


 

COMENTARIOS

De los orígenes de Gertrudis de Helfta solo se conoce la fecha de nacimiento: 6 de enero de 1256. El lugar y la familia son un enigma. A la edad de 5 años ingresó en el monasterio de Helfta. Gertrudis vivió una intensa vida mística en medio de la vida comunitaria. A menudo sufrió enfermedades, pero esto no la incapacitó para dedicarse a escribir diversas obras literarias, entre las que se encontraban comentarios a la Sagrada Escritura.

Dios concedió un don maravilloso a esta Santa, pues, como dice el autor del artículo, "una visión luminosa la pone en contacto directo con el santo celebrado en la liturgia del día". Es decir, Dios le concedió el poder ver y hablar con los Santos del cielo en el día en que en la tierra se celebraba la festividad. La meditación que hace Santa Gertrudis viene de lo que el Señor le revela en la festividad de Santa María Magdalena. En esta pequeña lectura se encuentran grandes verdades:

  1. Que la verdad está en la cima de las virtudes.
  2. Quien defiende la verdad regala a Dios el más precioso de los perfumes, a imitación de aquel perfume con el que la Magdalena derramó sobre la cabeza de Jesucristo.
  3. Que aún si alguien se excede en la dureza con la que defiende la verdad, Dios le perdonará.

Todos los cristianos estamos comprometidos con la verdad, porque la Verdad en sí misma es Cristo. En el camino hacia la perfección del hombre cristiano, en la cúspide, nos encontramos la Verdad, que está unida de manera indisoluble al Bien. Entonces, quien conoce la verdad, está hoy comprometido con Dios mismo en su difusión. Quien conoce, acepta y enseña la verdad, está más cerca de Dios.

En el mismo camino hacia la perfección, podríamos encontrarnos con la necesidad de defender la verdad; de no ocultarla por miedo o vergüenza, y aun menos, negarla. Quien es capaz de defender la Verdad, como dice Santa Gertrudis en sus revelaciones privadas, vierte sobre la cabeza de Cristo -a imitación de la Magdalena- el más preciado regalo, el más delicioso perfume. Y su mérito es doble; no sólo difunde la verdad, sino también la defiende, sin importarle que esta defensa afecte su fama, su riqueza, sus amistades e incluso los desprecios de los hombres que quieren ocultar la verdad, que engañan y mienten.

Por eso mismo se ha definido al Demonio como "el Padre de la mentira" porque engaña, oculta, miente. Y lo hace con la finalidad de perder las almas de los hombres.

Todos los cristianos estamos en posición de conocer y enseñar la verdad, pero algunos incluso, como oficio. Tal sucede con los sacerdotes, los maestros y aún los padres de familia. Cuando callamos para no quedar mal ante los demás, cuando enseñamos cosas distintas de la verdad -porque eso nos indican los intereses de unos cuantos-, cuando nos empeñamos en presentar una careta que solo oculta la fealdad de la mentira, nos parecemos a Judas Iscariote, aquel que odiaba la Verdad, odiaba a Cristo y lo traicionó por 30 monedas de plata.

Pero aún hay más. Hay personas que, por su carácter duro, o por su celo de defender la verdad, parecen cometer faltas de incomprensión, de intolerancia, de imprudencia y hasta suelen ser tachados como poco caritativos. Pero aun así, según la promesa de Nuestro Señor a Santa Gertrudis, les perdonaré delante de Dios Padre y de todos los habitantes del mundo, en el cielo, como una vez excusé a María Magdalena.

Así los cristianos que se precien de serlo no deben tener temor de decir, de enseñar, y aún de defender la verdad, a costa de todo, incluso la propia vida. Y si para ello nos excedemos con la dureza de nuestras afirmaciones, o incluso en la poca prudencia en el trato con nuestros semejantes, Dios nos perdonará delante de su Padre, como lo hizo con la Magdalena. Porque decir y defender la Verdad tienen un rango mayor que ser tolerante, ser grosero, ser comprensivo y condescendiente, e incluso sobre la misma prudencia.

Decir la verdad, enseñar la verdad, defender la verdad, es el perfume que Dios más ama de sus hijos. No tengamos miedo.


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