NOTICIA COMENTADA 684
Los
jóvenes son cada vez más imprudentes: les falta familia y educación. CORRISPONDENZA ROMANA. 17ene24.
Por Fabio Fuiano. https://www.corrispondenzaromana.it/giovani-sempre-piu-spericolati-mancano-famiglia-ed- educazione/
Resumen:
Recientemente ha llegado otra noticia preocupante: en Fabrica, en Roma, unos jóvenes han asumido un desafío imprudente que consiste en arrojarse contra coches en movimiento. Estos niños ponen en peligro el mayor bien natural de todo hombre, la vida, con una alegría que deja desconcertados. La administración municipal intervino inmediatamente para advertir a las familias de los niños. El alcalde, Claudio Ricci, explicó que se trata de "una señal de alarma que los padres de estos niños deben tener en cuenta". No tiene nada que ver con quejas ni con la intención de culpar a nadie, sólo queríamos advertir a quienes tienen que comprobar estas deficiencias o errores que pueden causar problemas incluso graves. Las intervenciones del padre o de la madre son más saludables que una de las instituciones; son ellos quienes deben detectar las señales débiles e intervenir con sus hijos. El nuestro es un país bastante tranquilo y debe seguir siéndolo, y por eso hemos elegido el camino de advertir a las familias".
Pero lamentablemente este no es el único fenómeno que está de moda. Los desafíos de las redes sociales en los que los jóvenes se ven literalmente llevados al suicidio se han extendido como la pólvora. En el sitio web de Save the Children, hay una descripción de los llamados "desafíos extremos" o "desafíos para realizar actos de "valentía":
BlackOut Challenge y Hanging Challenge, por ejemplo, son nombres de supuestos desafíos en los que se espera que "el participante se ajuste un cinturón alrededor del cuello y resista lo más posible ".
Ante esta noticia y los comentarios posteriores cabe plantearse una serie de preguntas: ¿es posible "avisar a las familias" cuando literalmente se desmoronan? Es cierto que las intervenciones del padre o de la madre son más saludables que las de las instituciones, pero
¿cómo son posibles si la paternidad y la maternidad han sido denostadas en todo momento? Y, finalmente, ¿cómo podemos hablar de "grosería" cuando se pretende suprimir el objetivo primordial de la familia, es decir, la procreación y educación de los hijos? En definitiva, una vez desaparecida la institución familiar, destruida con celoso compromiso por los enemigos de la familia y de la Iglesia, primera guardiana de esta institución natural, ¿a qué nos podemos aferrar? Es necesario volver a la familia y a su labor educativa. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esto último cambiará sustancialmente según si el hombre es considerado "naturalmente santo" o herido por el pecado original y, por tanto, más fácilmente inclinado al mal que al bien. Sobre esto, la encíclica del Papa Pío [XI]
El Pontífice recuerda quién es el sujeto de la educación, es decir "el hombre íntegro, espíritu unido al cuerpo en la unidad de la naturaleza en todas sus facultades, naturales y sobrenaturales, como nos lo hacen conocer la recta razón y la Revelación: por tanto, el hombre caído de su estado original, pero redimido por Cristo y reinstalado en la condición sobrenatural de hijo adoptivo de Dios, aunque no en los privilegios preternaturales de la inmortalidad del cuerpo y la integridad o equilibrio de sus inclinaciones. Por tanto, los efectos del pecado original permanecen en la naturaleza humana, particularmente el debilitamiento de la voluntad y las tendencias desordenadas " (Insegnamenti Pontifici, Ed. Paoline, 1958, vol. 3, p. 242).
Por esta razón, "es necesario corregir las inclinaciones desordenadas, promover y ordenar las buenas, desde la más tierna infancia, y sobre todo iluminar el intelecto y fortalecer la voluntad con verdades sobrenaturales y con los medios de la gracia, sin los cuales no se puede ni dominar inclinaciones perversas ni alcanzar la debida perfección educativa de la Iglesia, perfecta y completamente dotada por Cristo de la divina doctrina y de los Sacramentos, medios eficaces de
gracia".
Por tanto, son falsos y erróneos aquellos métodos educativos que se basan en el naturalismo pedagógico, fundamentados únicamente en las fuerzas de la naturaleza humana y en el olvido del pecado original. Estos sistemas "apelan a una pretendida autonomía y libertad ilimitada del niño y disminuyen o incluso suprimen la autoridad y la labor del educador, atribuyéndole al niño una primacía exclusiva de iniciativa y una actividad independiente de cualquier ley superior natural y divina, en el sentido de obra de su educación" (p. 243).
Luchamos por encontrar un "código moral universal de educación", como si "ni el Decálogo, ni la ley evangélica, ni siquiera la ley de la naturaleza, grabada por Dios en el corazón del hombre, promulgada por la recta razón, existieran, estuvieran codificadas, con revelación positiva, por parte de Dios mismo en el Decálogo", considerando la educación cristiana "anticuada". Pero, advierte Pío, (p. 244). Esto es lo que estamos creciendo: jóvenes esclavos de pasiones desordenadas que vienen a "jugar" con su propia vida. Jóvenes sin arraigo por no tener familia o con una familia totalmente incapaz de cumplir su función educativa. Son bienvenidos los llamamientos dirigidos a intervenciones familiares, pero siempre que denuncien los errores que han derribado la institución familiar (pues la intervención presupone siempre un órgano interviniente) y restablezcan la verdad que la Iglesia siempre ha enseñado para el bien supremo de las almas.
Comentarios
El ejemplo que Fabio Fuiano describe de lo que sucede en Roma, que los jóvenes se lanzan peligrosamente sobre vehículos en movimiento, es preocupante, pero desafortunadamente no sucede solo en esa ciudad y en ese país, sino prácticamente en todos las ciudades y países, especialmente en los considerados como pertenecientes a la "cultura occidental". Todo esto, además de los "retos" que, en las redes sociales, diversas plataformas imponen a jóvenes y niños, que frecuentemente conducen a sufrir lesiones graves, y frecuentemente, con consecuencias fatales. Y suceden en cada una de las localidades, de distintas formas y con el mismo riesgo de perder su vida, en un falso espíritu por demostrar su "valentía".
Es cierto que la sociedad tiene que hacer algo. El primer responsable e interesado en orientar a los jóvenes tiene que ser la familia. Sin duda sus intervenciones son más efectivas que las medidas o sanciones que imponen las autoridades civiles. Pero aquí es donde empiezan los problemas, porque como bien lo dice el autor:
- ¿Es posible recurrir a las familias, cuando literalmente se desmoronan?
- ¿Cómo es posible la ayuda familiar si la paternidad y la maternidad han sido atacadas y denigradas en todo momento?
- ¿Cómo podemos hablar recurrir a la autoridad de la familia, cuando desde los organismos oficiales y las grandes corporaciones globalistas pretenden suprimir el objetivo primordial de la familia, es decir, la procreación y educación de los hijos?
La solución que propone Fuiano es, sin duda, la indicada: Es necesario volver a la familia y a su labor educativa. Sin embargo, la familia, la célula básica de la sociedad, es una de las instituciones más atacadas en el último siglo; primero se atacó el matrimonio religioso, promoviendo solo la unión civil; ahora ya ni el matrimonio civil resulta ser una opción; se recomienda que los jóvenes vivan en unión libre, de carácter temporal, con el pretexto de que "primero se conozcan" antes de decidir el casarse.
Más adelante se obligó a las madres de familia a integrarse al sector productivo, con diversos pretextos, como la autorrealización de la mujer, la igualdad de derechos con el hombre, y otros; aunque ciertamente también por necesidad, para completar el pobre salario que reciben los esposos. Además, las grandes empresas obtuvieron mano de obra más barata.
Pero el verdadero problema es que los padres de familia han tenido que dejar a los hijos en el hogar, solos, y en el mejor de los casos, con los con familiares o amigos. Cuando la mujer se integra a las labores productivas, la familia sufre, especialmente los hijos. No es el único efecto; también se incrementa el riesgo de la ruptura del matrimonio, de divorcio, propiciado por las situaciones de acoso e infidelidad.
Después se impulsaron las campañas para que las familias tuvieran pocos hijos o ninguno, campañas todas acompañadas del uso masivo de anticonceptivos.
Ahora vemos ataques más directos y frontales a la familia, como la promoción de la identidad de género, el matrimonio homosexual, y la promoción de la "salud reproductiva" de la mujer, etiqueta con la que se trata de ocultar el genocidio de niños no nacidos en el vientre materno, cuya cifra anual es mayor que la cantidad de muertes provocadas por cualquier enfermedad o por las guerras.
El tema de la educación está íntimamente unido a la familia. De hecho, a los padres de familia les corresponde, en primera instancia, el derecho y la responsabilidad de educar a sus hijos. Pero, a las carencias de tiempo y de preparación de los padres para atender a sus hijos comentadas anteriormente, se suman los modelos educativos escolares en boga, fundamentados en la errónea afirmación de que el hombre (niño o joven) es bueno por naturaleza, que no hay que coartar su libertad y menos sancionarlos o corregirlos.
Pero esta es un supuesto falso, que desconoce el Pecado Original y su consiguiente efecto en el comportamiento del hombre. Aquí es donde S. S. Pío XI, citado por Fuiano, en un su Encíclica "Divini Ilius Magistri" nos expone con sencillez y claridad la naturaleza y sentido de la educación, y por qué debemos educar a nuestros hijos, para que puedan alcanzar el Cielo, obtener la salvación de su alma, que es la finalidad primaria de toda educación. Es un documento que todo educador y padres de familia deberíamos de conocer.
Tenemos dos ideas distintas y hasta contrarias sobre la educación, que tienen como eje el Pecado Original:
La primera es de orientación naturalista; niega el Pecado Original. En consecuencia, el hombre no es un ser "caído", sino es bueno por naturaleza. Por lo tanto, hay que dejar que el hombre (niño, joven, adulto) haga lo que desee; al final lo que haga estará bien. Es necesario dejarle su espacio, respetarle su libertad. No es necesario corregirle; en todo caso, si se equivoca, que aprenda de sus errores. El hombre puede perfeccionarse por sí mismo, y finalmente, lo que haga, estará bien.
La segunda en la concepción cristiana de la educación, que reconoce el Pecado Original y sus efectos en el debilitamiento de la inteligencia y, especialmente en la voluntad. Aunque el hombre aspira al bien, su naturaleza caída lo orienta hacia el mal, representado por lo fácil, lo cómodo y desde luego, hacia sus pasiones, especialmente las negativas, las desordenadas. Por eso es necesario reconocer su naturaleza caída, para orientarlo, desde pequeño, a que haga lo correcto. Para ello necesitará formar una serie de hábitos positivos o virtudes, que le ayuden a vencer las tentaciones, a combatir el mal. Además, no puede perfeccionarse por sí solo; necesita la ayuda de la Gracia, mediante el auxilio de los
medios que Jesucristo dejó en su Iglesia. Primero requiere del Bautismo, que le regresa a la dignidad de Hijo de Dios; después de la Confesión, la Comunión y de la Santa Misa, que le ayudan a recuperar la Gracia, cuantas veces la pierde.
Por eso padres de familia y los profesores deben estar atentos a formar el carácter del niño y del joven, alentando las buenas acciones y corrigiendo las malas. Debe entender que el camino al Cielo, el regreso la casa Paterna, implica esfuerzo, disciplina y vivir conforme a las normas establecidas por Dios. Deben sabee que al final de cuentas, lo importante es alcanzar la salvación de su alma.
En síntesis, como dice S. S. Pío XI: "es necesario corregir las inclinaciones desordenadas, promover y ordenar las buenas, desde la más tierna infancia, y sobre todo iluminar el intelecto y fortalecer la voluntad con verdades sobrenaturales y con los medios de la gracia, sin los cuales no se puede ni dominar inclinaciones perversas ni alcanzar la debida perfección educativa de la Iglesia, perfecta y completamente dotada por Cristo de la divina doctrina y de los Sacramentos, medios eficaces de gracia".
Pero para ello se necesita primero fortalecer la familia, y que los padres asuman su derecho y responsabilidad de educar a sus hijos; desde luego, con la ayuda de la Iglesia y de la escuela. Y deben preocuparse por que las orientaciones pedagógicas de la escuela sean las correctas, que realmente eduquen al niño en el sentido cristiano de la educación.