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NOTICIA COMENTADA 712

18.05.2024

Cancelaciones sinodales. ¿No es momento de admitir sinceramente que el «humo de Satanás» ha tornado irrespirables nuestras estructuras? INFOCATÓLICA. Por Monseñor Héctor Aguer. 12may24. https://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=49433

Noticia:

El oficialismo progresista instalado en Roma, desde hace poco más de una década, continúa con su política de «cancelación» a quienes, con libertad de espíritu, buscan servir a Jesucristo desde la ortodoxia y la Tradición. Por «cancelación» se entiende toda forma de ninguneo, conspiración de silencio, marginación, prohibición de publicar en medios y redes y hasta el cese en sus funciones de aquellos que no se pliegan «sinodalmente» a las ideologías y discrecionalidades vaticanas.

Fueron cancelados, como se sabe, buenos obispos como Daniel Fernández Torres, de Arecibo, Puerto Rico; y Joseph Strickland, de Tyler, Texas, Estados Unidos. Al Cardenal Gerhard Müller no se le renovó por un nuevo período en la Congregación para la Doctrina de la Fe; y al también cardenal Raymond Burke hasta se le privó de su sueldo, y casa romanos... Por su parte, son numerosos los sacerdotes cancelados en distintas partes del mundo; y hasta han llegado a formar «asociaciones» para ayudarse mutuamente, y proveerse de lo elemental para su sustento. En algunos casos han quedado en la calle; y debieron encontrar asilo en casas de sus ancianos padres, de sus hermanos u otros familiares. Ya me he dirigido a ellos en otros artículos. Permanentemente recibo correos, mensajes, y llamados telefónicos de presbíteros fieles que no encajan dentro del eslogan oficialista «todos, todos, todos»; y que, por lo tanto, quedan fuera del «sistema». Se ha importado a Roma la famosa máxima peronista: «Para el amigo todo; para el enemigo (supuesto o imaginado), ni justicia». Hasta el Código de Derecho Canónico parecería estar muerto y sepultado. Y, en la práctica, ante acusaciones de ser «indietristas, adoradores de cenizas, rígidos», y otras calificaciones por el estilo, solo cabe esperar sin más la guillotina.

Los fieles laicos sufren azorados ante tantas arbitrariedades. Y ven cómo, sistemáticamente, buenos sacerdotes son obligados a dejar sus parroquias, o enviados a destinos considerados como de «castigo». Las tan declamadas «periferias» son los sitios elegidos para ello. Literalmente se los deja librados a su propia suerte. Solos, sin una comunidad sacerdotal, sin recursos, y expuestos a toda clase de peligros, no pocos encuentran allí enfermedades y crisis. Ser acusados de «poco sinodales» o de no estar abiertos a la «cultura del encuentro» lleva a sufrir diversas formas de destierro. ¿O es que se confunde al «encuentro» con el rejunte? ¿No estamos llamados todos los creyentes –ni qué hablar los sacerdotes- a tener un encuentro liberador y personal con Cristo, y llevar a otros hermanos hacia Él? ¿O es que ahora al Señor se lo debe reemplazar con la «Madre Tierra», la globalista Agenda 2030 –considerada por sus mentores como el «Evangelio del siglo XXI»-, o las imposiciones mundialistas y la pretendida «gobernanza global» de las Naciones Unidas? ¿Buscan la salvación de las almas los que, con impronta pelagiana, pretenden «salvar el planeta»?

Desde hace más de sesenta años, la Iglesia en Occidente sufre una caída sistemática en la cantidad de sacerdotes, de religiosos, de seminaristas y hasta de bautismos. El glacial tiempo que sobrevino al Vaticano II refleja una decadencia aparentemente sin freno. ¿No ha llegado la hora de reconocer que por este camino sólo pueden esperarse más calamidades? ¿Y aunque les pese a los hoy nonagenarios adalides del «espíritu del Concilio», no es momento de admitir sinceramente que el «humo de Satanás» ha tornado irrespirables nuestras estructuras?

Ciertamente, no se puede comparar, ni remotamente, a la Iglesia, con una multinacional. Pero, salvando las debidas proporciones, cabe preguntarse: ¿Se mantienen y hasta se premian con ascensos en una empresa a quienes, en la práctica, fundieron distintas sucursales? ¿Puede esperarse que los responsables del fallido remonten las ventas, y salven a la institución de la quiebra?

Hoy el oficialismo progresista muestra su ensañamiento con la liturgia tradicional. Y allí acuden centenares de jóvenes; mientras que en las «liturgias atractivas», los vacíos son cada vez más notorios. Desde Roma se menosprecia, igualmente, a los jóvenes matrimonios con muchos hijos; y ellos son parte de la solución, y no del problema. De hecho, las estadísticas demuestran que una buena proporción de las vocaciones sacerdotales y religiosas salen de su seno. A los jóvenes sacerdotes que, llenos de fervor y pasión por Cristo, buscan en verdad llegar a los «últimos» y convertirlos al Señor, se los tilda de cerrados, y ocultadores de traumas varios. Y así sucesivamente. Podríamos hacer una lista interminable de hechos. Eso sí, todos cubiertos o justificados por la «sinodalidad».

¿No ven desde Roma que el progresismo es, de por sí, estéril? ¿Son acaso una amenaza los niños y jóvenes que aún con las burlas de sus propios párrocos, pasan horas y horas ante el Santísimo Sacramento? ¿No ven como verdaderos «signos de los tiempos» y de fundada esperanza los Rosarios de hombres, que se multiplican en distintas ciudades del mundo?

Como les dije en mi artículo de marzo de 2022 a los «sacerdotes cancelados» hoy se lo transmito a todos aquellos (curas, religiosos y laicos) que sufren esta condición: Recen los unos por los otros; recen también por los que los hacen sufrir. Háganlo delante del Sagrario, adorando al Señor, allí presente. Encomiéndense filialmente a la Santísima Virgen María, Madre del Dios hecho Hombre, Madre de la Iglesia, Madre de cada uno de nosotros. Y cuenten, como siempre, con mis oraciones, afecto y cercanía. Y aunque mi octogenaria condición y limitaciones físicas me impidan moverme sepan que, también con ellas, estoy junto a ustedes en la primera línea del apostolado. No temamos a nada, ni a nadie. Que resuenen siempre en nuestros corazones las palabras de Jesucristo: Yo estoy con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).

COMENTARIOS 


La Iglesia Católica es UNA. Así es considerada en sus notas esenciales. Por eso extraña estas posturas oficialistas dictadas desde el Vaticano que desde hace algunos años vienen "cancelando" o "descartando" a grupos de obispos, sacerdotes y fieles que no comparten las "nuevas" doctrinas o los nuevos enfoques que se proponen en la iglesia actual.

Mons. Héctor Aguer, Arzobispo Emérito de La Plata, hace notoria esta discriminación para el clero que no se alinea con la postura oficial. Tal como lo dice, no es la primera vez que aborda el tema.

La iglesia vaticana está siguiendo las líneas de las élites globalistas en el sentido de tratar de imponer un pensamiento único, y las "cancelaciones" tiene que ver con opiniones distintas: algunas contrarias a su propuesta ambiental, otras a un falso ecumenismo que rebaja a la Iglesia a la condición de las demás religiones paganas, pero fundamentalmente las cancelaciones se aplican a quienes se apegan a la Tradición, como fundamento doctrinal, y a al culto, conforme a la misma Tradición.

Pero ¿dónde está el problema? ¿Por qué suceden estas "cancelaciones"? ¿Es que ya no es una sola Iglesia? Analicemos brevemente algunas opciones.

  • Supongamos que la Doctrina (Dogma, Moral y Culto) sostenida por la Iglesia actual permaneciera intacta e inamovible, fiel a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia; y las opiniones divergentes entre los obispos y los sacerdotes tuvieran que ver con cuestiones de orden secundario o meramente pastoral. La política del Vaticano debiera centrarse en cómo armonizar esas opiniones, que en el fondo no difieren de lo esencial, y dar cabida a distintas formas de comprender y practicar la religión. Entonces no tendría por qué haber "cancelaciones" ni discriminación.
  • Por otra parte, si hay diferencias entre lo que la Iglesia enseñaba antes del Concilio Vaticano II, con lo que se enseña hoy, entonces hablamos de un problema mayor. No se trata de interpretaciones distintas de una misma verdad, sino de verdades distintas, es decir, cambios en la Doctrina. Entonces si tendrían sentido, no solo las "cancelaciones", sino la misma excomunión de los disidentes que alteran la Doctrina.
  • Pero ¿qué pasa cuando los que alteran la doctrina son quienes están al frente de la iglesia oficial, y los disidentes "cancelados" son quienes se aferran a la Doctrina perenne de la Iglesia? Porque lo que estamos viendo no es una perspectiva diferente de un mismo dogma, sino dogmas distintos. Podemos enunciar algunas diferencias entre el Magisterio de la Iglesia previo al Vaticano II y las enseñanzas actuales de la iglesia vaticana. Algunas muestras:

Magisterio Tradicional

Enseñanza de la Iglesia actual

La Iglesia Católica es la única de origen divino y fuera de ella no hay salvación

Todas las religiones son queridas por Dios y en cualquiera de ellas se puede encontrar la salvación

Dios es el único verdadero. "No tendrás otros dioses delante de Mí, ni les adorarás ni les rendirás culto"

Ahora encontramos a la Pachamama, a Buda, a Alá y otros dioses paganos en los templos católicos. Idolatría.

Id y predicad el Evangelio a todas las naciones. El que crea y se bautice se salvará y el que no crea, se condenará.

No hay que hacer proselitismo. Está prohibido evangelizar mediante la palabra.

Por el bautismo nos hacemos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y herederos del cielo. "El que hace la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano…"

Todos somos hijos de Dios y todos somos hermanos, aunque no estén bautizados ni practiquen la Religión Católica.

La misión de la Iglesia es conducir las almas al cielo

La misión de la Iglesia es conservar nuestra Casa Común.

No puede recibir la Sagrada Comunión quien se encuentra en pecado mortal.

Algunos divorciados (adúlteros) pueden recibir la Sagrada Comunión.

No se puede bendecir el pecado. No se pueden bendecir las parejas homosexuales.

No se puede negar la bendición a dos personas que se aman (aunque sean del mismo sexo).

La Iglesia es una sociedad jerárquica con el Papa a la cabeza, quien tiene autoridad sobre los demás obispos, y éstos, a su vez, tienen autoridad sobre los sacerdotes y ellos tienen potestad sobre los fieles

La iglesia debe ser más horizontal, más democrática, más sinodal.

Podríamos seguir ejemplificando, pero lo que resulta claro es que la iglesia actual, la oficial, se ha desviado del Dogma original de la Iglesia. Con el espíritu de "modernización" o de actualización se ha cambiado la doctrina, con una influencia protestante innegable y la adopción de dogmas o verdades que conciernen más bien al mundo, que son inmanentes. La Iglesia se ha olvidado de su función primaria.

Definitivamente, la afirmación de Mons. Aguer sobre el progresismo emanado del Concilio Vaticano II lleva a la iglesia en un camino descendente hacia ninguna parte. Dice textualmente:

El glacial tiempo que sobrevino al Vaticano II refleja una decadencia aparentemente sin freno. ¿No ha llegado la hora de reconocer que por este camino sólo pueden esperarse más calamidades? ¿Y aunque les pese a los hoy nonagenarios adalides del «espíritu del Concilio», no es momento de admitir sinceramente que el «humo de Satanás» ha tornado irrespirables nuestras estructuras?

Si esto es así, entonces los obispos y los sacerdotes "cancelados" están más cerca de la Iglesia de Siempre, y más distantes de la Iglesia oficial. Ahora tienen que sufrir persecuciones de la misma Iglesia oficial, a causa de su fe. Nos unimos a las oraciones de Mons. Aguer para que estos sacerdotes y obispos no flaqueen ante las presiones del Vaticano, y resistan firmes en la fe.


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