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13.06.2024

No puede haber paz en un mundo sumido en la apostasía y en el culto a Satanás. Monseñor Carlo Maria Viganò. STILUM CURIAE. 21may24. https://www.marcotosatti.com/2024/05/21/no-puede-haber-paz-en-un-mundo-sumido-en-la-apostasia-y-en-el-culto-a-satanas-monsenor-carlo-maria-vigano/

Noticia:

Homilía que monseñor Carlo Maria Viganò pronunció en el Domingo de Pentecostés. Feliz lectura y difusión.

La devoción popular celebra este día solemne con el nombre de "Pascua de las Rosas", en memoria de la antigua costumbre de simbolizar la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y sobre María Santísima con una cascada de pétalos de rosas. Es tan parecida a la Pascua, que en la vigilia de Pentecostés se administraba solemnemente el Santo Bautismo a quienes no habían podido ser regenerados durante la Vigilia del Sábado Santo, y así como la Pascua judía era figura de la Pascua cristiana, de la misma manera el Pentecostés judío -en el que se celebraba la promulgación de los Diez Mandamientos siete semanas después de la huida de Egipto- era figura del nuevo Pentecostés, esta vez extendido a todos los pueblos.

En la Pascua el κόσμος se inclina ante la Majestad de Cristo Rey y Pontífice, per quem omnia facta sunt; en Pentecostés la creación rinde homenaje al Espíritu Creador, al Creator Spiritus que con su poder renueva la faz de la Tierra. En la Pascua se cumplen las promesas mesiánicas de la Ley Antigua; en Pentecostés son las promesas del Mesías mismo que se hacen realidad en su Cuerpo Místico, la Santa Iglesia, la Madre de los Santos.

Los Apóstoles están encerrados en el Cenáculo propter metum Judæorum (Jn 20, 19): todavía no habían recibido el Espíritu Santo y sus temores humanos se disiparían diez días después de la Ascensión del Señor, con el descenso del Espíritu Santo. Hoy esa latitud se repite a la inversa, con una Jerarquía que culpablemente ignora, culpablemente calla y oculta y frustra la obra santificadora del Paráclito después de Su descenso, y después de que dos mil años de Cristiandad han mostrado Su divino poder en ganar almas para Dios y edificar la Santa Iglesia.

No debemos subestimar la gravedad de esta inacción: es deliberada, conscientemente orientada para dañar, porque los mercenarios son conscientes de que, para demoler la sociedad civil y la Iglesia, es necesario impedir en lo posible que la Gracia se extienda, que actúe a través de los Sacramentos, que se detenga la diestra de la Justicia de Dios a través de la Santa Misa. Quieren asegurarse de que se frustre el Sacrificio de Cristo, para que, secando los torrentes de la Gracia, las almas se resequen y mueran de sed al atravesar el desierto de un mundo hostil. Lo suyo -igual que hemos visto hacer a los médicos durante la farsa de la pandemia- no es impericia o incapacidad: es, por el contrario, voluntad de hacer el mal, de servir al Enemigo, de complacer al poder del Nuevo Orden Mundial en la vil y abyecta ilusión de tener un lugar en la corte del Anticristo. Miserables traidores, para quienes la única razón de vivir es consumirse en esta sórdida libido serviendi.

Esta obra subversiva -porque lo es en todos los aspectos, ante Dios, la Iglesia y las almas- tiene como objetivo la usurpación del Señorío de Nuestro Señor Jesucristo, para que en su lugar se siente en el lugar santo el hijo de la perdición, el Anticristo, en una grotesca falsificación de la autoridad civil y religiosa. No podemos creer que un Sucesor de los Apóstoles pueda negar y contradecir el mandato recibido de Cristo y servir a Su enemigo, sin comprender que al hacerlo se vuelve cómplice del plan satánico de la Revolución. No, queridos fieles: después de décadas de disolución sistemática de la Iglesia -y de más de dos siglos de disolución social- ningún Pastor de buena fe puede pensar todavía que las innovaciones introducidas por el Vaticano II no tienen nada que ver con el estado desastroso en el que se encuentra el cuerpo eclesial. Para quienes aún defienden la indefendible supuesta "ortodoxia" del Concilio y de su liturgia, frente a la masacre de almas de los últimos sesenta años, son perfectamente adecuadas las palabras del gran Bossuet: Dieu se rit des hommes qui déplorent les effects dont ils chérissent les causes [Dios se ríe de los hombres que deploran los efectos y aprueban las causas].

La inacción de la Iglesia -es decir, su eclipsamiento por parte de la secta conciliar y sinodal, su cooperación activa en el proyecto sinárquico de la masonería- es exactamente lo contrario de la atenta inquietud de los Apóstoles, que aún desarmados espiritualmente esperaban las armas celestiales de su Señor y habrían estado dispuestos a empuñarlas y a combatir a costa de sus vidas, como sucedió entonces.

Tristes erant Apostoli: los corazones de los Apóstoles estaban agobiados por la reciente Ascensión del Señor y la ansiosa espera del Espíritu Consolador se basaba más en la esperanza que en la certidumbre humana. Sola, Nuestra Señora custodiaba inquebrantable la certeza de la Fe y ciertamente consoló a los Apóstoles recordándoles las palabras del divino Hijo.

El corazón de los mercenarios no es temeroso: más bien está enloquecido por la hostilidad hacia Aquél que ya ha vencido, para servir y complacer a quien sabe que ya ha perdido irremediablemente. Y es igualmente una locura creer que, en presencia de una traición tan escandalosa como inaudita por parte de la Jerarquía, ese mismo Espíritu Santo no pueda desplegar su omnipotencia por vías extraordinarias, suscitando profetas de las piedras.

Este es el poder creador y regenerador del Espíritu Santo Paráclito: Él sopla donde quiere (Jn 3, 8). Y como enseña nuestro Señor a Nicodemo, donde Él quiere no significa donde le place, no implica arbitrariedad, sino al contrario la coincidencia del acto divino con la voluntad divina. El Espíritu Santo sopla donde quiere: quiere descender para santificar y bendecir con su Gracia el Sacrificio del altar: veni, et benedic hoc sacrificium tuo sancto nomini præparatum; quiere descender sobre los renacidos en el agua del Bautismo, sobre los milites Christi en la Confirmación, sobre los Ministros del Altísimo en la Ordenación sagrada, sobre los esposos en el Matrimonio, sobre los enfermos y moribundos en la Extremaunción. Sopla también en las pequeñas comunidades que resisten al espíritu del mundo, espíritu de mentira que no viene de Dios; sopla en las iglesias donde se conserva la llama de la Fe; en el florecimiento de las Vocaciones seculares y religiosas tradicionales.

Al "Dios de las sorpresas" de Jorge Mario Bergoglio, la verdadera Iglesia y los verdaderos Pastores oponen el semper idem de la eternidad divina. Porque la novedad de la Revelación cristiana no es una meta inalcanzable perseguida por el llamado progreso, sujeta también a las modas y al paso del tiempo; es más bien un acontecimiento histórico que constituye la distinción entre el antes y el después, precisamente entre lo viejo y lo nuevo; entre las tinieblas y la luz. Revelación que es Nuestro Señor Jesucristo, Verbo Eterno del Padre, y que el Paráclito sella con Sus Dones, como Amor divino que procede del Padre y del Hijo; el mismo Espíritu que habló a través de los Profetas y que continúa hablándonos en las palabras eternas de la Santa Iglesia, la voz de Cristo que las ovejas reconocen.

El mundo se burla y rechaza la paz que sólo Nuestro Señor puede dar. Pax Christi in Regno Christi: todo aquél que quiere hacer reinar a Satanás no puede entender ni querer la paz de Cristo, de modo que hay Caos Antichristi en Regno Antichristi. La paz viene sólo de Cristo, y sin Cristo no puede haber paz. No puede haber paz en el mundo hundido en la apostasía y en el culto a Satanás a causa de la traición de la autoridad civil corrupta y servil al poder; no puede haber paz en una Iglesia cuya Jerarquía no es menos apóstata, corrupta en la Moral y en la Fe y subordinada a ese mismo poder.

Pero si en un mundo que crucifica diariamente a su Señor no puede haber paz ni prosperidad, hay sin embargo un pequeño santuario en el que esta paz es posible, en el que el Señor se digna elegir su morada, en el cual los ángeles aman detenerse: es nuestra alma. Un santuario precioso que por voluntad de Dios nadie tiene el poder de violar, ni siquiera los demonios y sus sirvientes, embriagados por el delirio de la inteligencia artificial. El estado del alma en Gracia de Dios la hace crecer en santidad, y cuanto más confiadamente se abandona a la voluntad del Señor más rápidamente se produce este crecimiento espiritual. Ése es el cenáculo en el que muchas veces nos refugiamos, pidiendo al Consolador que nos dé fuerzas y nos sostenga en los momentos de prueba. Y la familia, la "Iglesia doméstica", es un refugio similar, donde no entran los horrores del mundo corrupto, y que se salvará cuando pase el Ángel exterminador.

Si la Santísima Trinidad habita en nuestra alma, no nos faltará la paz interior en los momentos más difíciles, porque sabremos que es precisamente en esas situaciones que el Señor acude en nuestro auxilio como un Cireneo divino. No dejaremos de profesar plenamente la fe católica, incluso cuando tengamos que responder, como si hubiéramos cometido un delito. Cuando les lleven ante las sinagogas, los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo disculparse ni de qué decir; porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir (Lc 12, 11-12). Este es el significado de la palabra Paráclito: abogado, consejero y defensor de los acusados, a quienes el diablo –διάβολος, el acusador- calumnia con sus falsos argumentos. Por eso en el Veni Creator pedimos al Paráclito Hostem repellas longius, ahuyenta al enemigo; por eso añadimos a esa invocación la petición de paz, pacemque dones protinus.

Invoquemos, pues, queridos hermanos, al divino Consolador, dulcis hospes animæ, para que en el santuario de nuestro corazón, en nuestras familias y comunidades, reine Cristo, Príncipe de la Paz; de tal modo que donde reina el Hijo, reinen también el Padre y el Espíritu Santo, restaurando el orden divino quebrantado por el pecado. Amén, amén.

COMENTARIOS 

Otra homilía de Mons. Viganó que no tiene líneas de desperdicio… todas y cada una revelan cosas importantes para la Iglesia Católica en estos tiempos en que las cosas parecen ir al contrario de lo enseñado por N. S. Jesucristo, tendencia que se ve reflejada aún en las opiniones y documentos que surgen desde Roma.

La Iglesia que era un soporte para cualquier duda en términos, no sólo religiosos, sino también filosóficos y aún científicos, donde las consultas eran siempre respondidas claramente con un o un no, no existe más, al menos no en el Vaticano.

Aunque todo lo que dice es importante, nos gustaría comentar solo alguna de estas ideas de Mons. Viganó que nos parecen necesarias para tenerlas en cuenta para cualquier católico que se precie de serlo.

  • Hay, o una ignorancia culpable de la jerarquía eclesiástica, o un dolo con la intensión de provocar daño al enseñar errores y hasta herejías que no son congruentes con la doctrina de la Iglesia. La primera opción, la ignorancia culpable es poco creíble, porque se trata de personas que han conocido la verdadera doctrina y aún así se apartan de ella; entonces tendríamos que concluir que se trata de acciones dolosas, con la intención de dañar al pueblo católico. Ya varias de ellas las hemos comentado en otros números anteriores, pero resalta el ataque sistemático a la Tradición por parte de Bergoglio y el relativismo moral en el que ha caído el Vaticano con sus documentos Amoris Letitiae, y recientemente con Fiducia supplicans.

Sobre el tema de la Tradición, uno de los dos pilares de la Revelación, además de las Sagrada Escrituras, ahora Francisco se atreve a decir que la Tradición no es un acontecimiento salvífico[1], sino un mero ¡factor cultural!!! ¿Qué le pasa? ¡Está cortando una de las dos piernas en que se sostiene la Iglesia fundada por Jesucristo Nuestro Señor!... aunque eso explica por qué su fobia por la Misa Tridentina, y por todo aquél que se declare partidario de la Tradición.

Hablando en términos claros, todos los católicos somo tradicionalistas, porque todos consideramos a esta Tradición, salvaguardada por la Iglesia, como una fuente de fe. La función de la Iglesia no es hacerse una con el mundo, sino a salvar a nuestras almas, quitándonos las ataduras que nos unen con el mundo, el demonio y la carne.

Por eso dice Mons. Viganó: No podemos creer que un Sucesor de los Apóstoles pueda negar y contradecir el mandato recibido de Cristo y servir a Su enemigo, sin comprender que al hacerlo se vuelve cómplice del plan satánico de la Revolución.

Palabras muy duras. Pero si intentamos, como mero ejercicio intelectual, refutarlas, fracasaremos, porque las pruebas son evidentes: ¿Francisco contradice el mandato de Cristo? Sí. En innumerables ocasiones, como este desprecio por la Tradición, el impedir la evangelización a través de la palabra, al negar el origen divino y único de la Iglesia Católica, al negar la existencia del infierno, que predica el mismo Cristo, etc, etc, etc. Y si contradice el mandato de Cristo, entones está sumando fuerzas al Enemigo de Cristo: El que no está por Mí, contra Mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama. (Mt. 12, 20)

  • Pero lo más grave para nosotros los católicos es que con estas acciones se impide que la Gracia se extienda, porque se oculta la verdad, se mancillan los sacramentos, como la negación de la necesidad del bautismo (en cualquier religión hay salvación) la comunión en la mano o sin la previa confesión, comunión a no católicos, la bendición a parejas homosexuales, etc. Y todo esto causa, primero escándalo entre los fieles, y luego, indiferencia religiosa, para continuar en el camino que lleva a la apostasía, al abandono de la Barca que lleva a puerto seguro.

No podemos dejar a un lado los ataques a la Santa Misa, el tesoro más importante que Dios nos ha regalado para nuestra salvación, impidiendo que se realice de la forma adecuada y ordenada por los Santos Papas. Dice Mons. Viganó sobre la acción del Vaticano actual: es necesario impedir en lo posible que la Gracia se extienda, que actúe a través de los Sacramentos, que se detenga la diestra de la Justicia de Dios a través de la Santa Misa. Quieren asegurarse de que se frustre el Sacrificio de Cristo.

Es increíble lo que sucede en el gobierno de Francisco. Se pueden tolerar todos los errores y herejías declaradas, pero lo que no se perdona -y se paga con excomunión- es ser tradicionalista o afirmar que Francisco no es Papa.

  • Oto tema que particularmente me preocupa es la interpretación que hace Francisco y sus seguidores sobre la acción del Espíritu Santo. Con este programa de sinodalidad, pareciera que la acción del Santo Espíritu se concretara en la decisión más o menos democrática y representativa de los fieles y sus ministros. Solo es cuestión de ver los documentos sinodales para verificar esta afirmación. Y pareciera que se requiere de esta acción colectiva para recibirlo. No. El espíritu Santo no está sujeto a las normas humanas. Sopla donde Él quiere. Pero también requiere del medio apropiado, preparado con la Gracia, para que sea escuchado y atendido. Sopla también en las pequeñas comunidades que resisten al espíritu del mundo, espíritu de mentira que no viene de Dios; sopla en las iglesias donde se conserva la llama de la Fe; en el florecimiento de las Vocaciones seculares y religiosas tradicionales, Dice Viganó.

Otras veces pareciera que se trata de una mera intuición, un sentimiento personal, una inspiración. Si bien pudiera ser que así se percibe la acción del Santo Espíritu, es mucho más que eso: es vida, sabiduría, testimonio y, sobre todo, acción salvífica, que nos lleva, no solo a decir las cosas de Dios, sino a hacer su voluntad.

También por ello nos recuerda Monseñor Viganó la necesidad de ser fuertes en estos tiempos tan difíciles, y nos recuerda las palabras del evangelista San Lucas: No dejaremos de profesar plenamente la fe católica, incluso cuando tengamos que responder, como si hubiéramos cometido un delito. Cuando les lleven ante las sinagogas, los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo disculparse ni de qué decir; porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir (Lc 12, 11-12).


[1] Caminante-Wanderer. 13 de junio de 2024. La tradición según Francisco: no un acontecimiento salvífico, sino un mero factor cultural. DUC IN ALTUM. https://www.aldomariavalli.it/2024/06/13/la-tradizione-secondo-francesco-non-evento-salvifico-ma-mero-fattore-culturale/ 


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