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13.07.2024

"¿La unión con un catolicismo decadente? Para nosotros los ortodoxos, una hipótesis suicida". DUC IN ALTUM. 29jun24. por Stephen Karganovic. https://www.aldomariavalli.it/2024/06/29/lunione-con-un-cattolicesimo-decadente-per-noi-ortodossi-unipotesi-suicida/

Noticia:

El caso Viganò visto desde un punto de vista ortodoxo. Una perspectiva inusual, que me pareció digna de atención. El autor del artículo, Stephen Karganovic, de origen serbio, ruso y polaco, es presidente del Proyecto Histórico de Srebrenica.

El inicio del proceso canónico por parte del Vaticano contra el arzobispo Carlo Maria Viganò marca un nuevo avance significativo en la creciente crisis de la Iglesia Católica Romana.

El arzobispo Viganò fue citado recientemente para responder a las acusaciones de haber cometido tres crímenes canónicos: fomentar el cisma, cuestionar la legitimidad del actual Papa y rechazar el Concilio Vaticano II celebrado hace sesenta años y cuyas controvertidas reformas han agitado desde entonces a los católicos tradicionalistas.

Es una deliciosa ironía, que no escapará a quienes estudian los asuntos vaticanos, que el organismo eclesiástico que ahora está persiguiendo a Viganò, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, un nombre que suena inofensivo, sea históricamente el sucesor directo del Santo Oficio, el organismo que dirigió la Inquisición.

El arzobispo se negó a comparecer ante sus acusadores en la audiencia inicial el 20 de junio. Por otro lado, dijo, ya todo está decidido.

Desde 2018, después de servir como nuncio apostólico en los Estados Unidos, Viganò se ha convertido en una voz poderosa que denuncia graves fallas morales en las filas del clero católico romano. Con creciente severidad ha atacado al Vaticano por no abordar adecuadamente los escándalos internos. Luego, con el tiempo, el alcance de sus denuncias públicas siguió ampliándose. Además de llamar la atención sobre la sórdida atmósfera moral que impregna la Iglesia Católica Romana, Viganò se ha convertido en un crítico personal del actual Papa Jorge Mario Bergoglio, particularmente en relación con su incapacidad para atacar a los malhechores. Posteriormente, la posición contraria de Viganò respecto a las vacunas contra el Covid le granjeó aún más enemigos. Mientras Bergoglio ha instado públicamente a observar estrictamente el régimen de Covid como un deber religioso, Viganò ha utilizado su púlpito mediático para difundir masivamente pruebas de lo contrario y haciéndose eco, entre otras cosas, de las afirmaciones del profesor Chossudovsky de que la "narrativa oficial de la corona se basa en una Gran mentira impulsada por políticos corruptos".

Sin pelos en la lengua, en su respuesta a la acusación de cisma, Viganò acusó en ocasiones al actual pontífice de guiarse, en su predicación y en sus acciones, por una doctrina que no es católica:

El globalismo exige un reemplazo étnico: Bergoglio promueve la inmigración incontrolada y exige la integración de culturas y religiones. El globalismo apoya la ideología LGBTQ+: Bergoglio autoriza la bendición de las parejas homosexuales y obliga a los fieles a aceptar la homosexualidad, al tiempo que encubre los escándalos de sus protegidos y los promueve a los más altos cargos de responsabilidad. El globalismo impone la agenda verde: Bergoglio venera al ídolo de la Pachamama, escribe delirantes encíclicas sobre el medio ambiente, apoya la Agenda 2030 y ataca a quienes cuestionan la teoría del calentamiento global antropogénico. Va más allá de su papel en cuestiones estrictamente científicas, pero siempre y sólo en una dirección, diametralmente opuesta a lo que la Iglesia siempre ha enseñado. Impuso el uso de sueros genéticos experimentales, que provocaron gravísimos daños, muertes y esterilidad, calificándolos de "un acto de amor", a cambio de financiación de las industrias farmacéuticas y fundaciones filantrópicas. Su total acuerdo con la religión de Davos es escandaloso.

Comparada con la gravedad de estas objeciones, la acusación que el Vaticano logró formular contra Viganò parece bastante artificial y frívola.

El Vaticano tiene buenas razones para temer que la audaz disidencia de Viganò pueda salirse de control. El descontento entre los católicos laicos es tal que podría producir una escisión con repercusiones aún más graves y de mayor alcance que las que se produjeron hace varias décadas con la salida del arzobispo Lefebvre y sus seguidores conservadores del redil posconciliar. Cabe señalar que el estatus canónico de este grupo disidente aún sigue sin resolverse. En su composición actual, la Fraternidad San Pío La Iglesia tradicionalista de Lefebvre presenta las desconcertantes características de una "iglesia dentro de la iglesia" no alineada: desde el punto de vista del Vaticano, una anti-iglesia inaceptable. La Fraternidad adhiere firmemente a la casi prohibida Misa antigua, tiene su propia jerarquía, algunas iglesias, seminarios y otras estructuras institucionales necesarias para sostenerla. Es posible que el Vaticano no interprete con exactitud las intenciones de Viganò respecto al cisma, pero dada su dolorosa experiencia con Lefebvre su agitación es comprensible.

Pero ¿por qué estas convulsiones dentro del catolicismo romano deberían preocupar a los cristianos ortodoxos?

Porque la propia comunión ortodoxa está profundamente infiltrada por prelados y teólogos globalistas y, por ahora quizás indiscriminadamente, criptocatólicos, cuyo objetivo final es la fusión "ecumenista" de la ortodoxia mundial con el Vaticano apóstata. El patriarca de Constantinopla, "primero en honor" entre los jerarcas ortodoxos, está totalmente de acuerdo con este proyecto sincretista, al igual que varias otras jurisdicciones ortodoxas influyentes.

La unión con un catolicismo romano decadente que, según todos los indicios, y no sólo dando crédito a las graves acusaciones del arzobispo Viganò, se está deshaciendo de los últimos vestigios del cristianismo tradicional para abrazar con entusiasmo y en todos los niveles el servilismo a los dogmas tóxicos de los globalistas, ideología, para la ortodoxia es una propuesta suicida.

Fuente: Strategic-culture.su

COMENTARIOS 


Se trata de la visión de la Iglesia Ortodoxa respecto a la Iglesia Católica, a la que califica de "decadente", y particularmente al caso del llamado del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, a Mons. Carlo María Viganó para que responda por los delitos de fomentar el cisma, desobedecer a Francisco y rechazar al Concilio Vaticano II.

La Iglesia ortodoxa surgió de una escisión o ruptura con la Iglesia Católica en 1054, en el llamado Cisma de Oriente y Occidente. En ese tiempo, las comunidades religiosas que permanecían hacia el occidente de Constantinopla fueron reconocidas como la Iglesia Romana, y las que permanecían hacia el oriente de dicha ciudad, incluida ésta, quedaron baja la autoridad de la Iglesia ortodoxa. En cuanto a los dogmas, los ortodoxos prácticamente reconocen los mismos que los católicos, con algunas pequeñas diferencias, excepto en lo que se refiere a la autoridad del Pontífice de Roma como autoridad suprema. Ellos tienen sus propios "Papas" en la figura de "Patriarcas", uno para cada una de sus catorce o quince Iglesias que la componen. Se consideran a sí mismos como también sucesores de los apóstoles.

Pero no debe de confundirse a la Iglesia Ortodoxa con las Iglesias Católicas Orientales, que en lo general siguen las indicaciones del Papa Romano, aunque se manejan con cierta autonomía en cuanto a sus ritos. Desde luego, hay algunas Iglesia orientales que difieren significativamente de los dogmas católicos.

Lo que se cuestionan en este artículo es la conveniencia de unir a la Iglesia Ortodoxa con la Iglesia Católica, y concluyen que sería un suicidio, pues la Católica (la de Roma) está en franca decadencia.

Sin embargo, eespecto al caso Viganó, hay una coincidencia importante en los errores de Francisco que denuncia este cardenal y los que reconoce este representante de la Iglesia Ortodoxa:

  • El globalismo y Bergoglio exigen un reemplazo étnico y promueve la inmigración incontrolada y exige la integración de culturas y religiones, que culmina en un ecumenismo mal entendido. No se trata de la propuesta del Concilio Vaticano I, donde se buscaba atraer de nuevo a las iglesias cristianas al redil de su Pastor, N. S. Jesucristo, sino que ahora se interpreta como hacer una síntesis de todas las religiones, cristianas y no cristianas. Para alcanzar este sincretismo, es necesario que la Iglesia Católica renuncie a sus dogmas sobre la única de origen Divino, puesto que fue fundada por Jesucristo, Dios y hombre verdadero, y de se la única dentro de la cual hay salvación.
  • El globalismo apoya la ideología LGBTQ+: Bergoglio autoriza la bendición de las parejas homosexuales y obliga a los fieles a aceptar la homosexualidad, al tiempo que encubre los escándalos de sus protegidos y los promueve a los más altos cargos de responsabilidad. Por una parte, va contra las enseñanzas de la Iglesia en materia de moral, pues la sodomía es uno de los pecados más aborrecidos por Dios; y la "protección" a los amigos pedófilos y homosexuales, no es más que un síntoma de la gran corrupción moral de la iglesia vaticana.
  • El globalismo impone la agenda verde: Bergoglio venera al ídolo de la Pachamama, escribe delirantes encíclicas sobre el medio ambiente, apoya la Agenda 2030 y ataca a quienes cuestionan la teoría del calentamiento global antropogénico. Lo primero es idolatría, el pecado más odiado por Nuestro Creador. Lo segundo -que no es incumbencia directa de la Iglesia- carece de sólidas bases científicas.
  • Va más allá de su papel en cuestiones estrictamente científicas, pero siempre y sólo en una dirección, diametralmente opuesta a lo que la Iglesia siempre ha enseñado. Impuso el uso de sueros genéticos experimentales, que provocaron gravísimos daños, muertes y esterilidad, (hay demasiadas pruebas científicas sobre los efectos negativos de los sueros anticovid) calificándolos de "un acto de amor", a cambio de financiación de las industrias farmacéuticas y fundaciones filantrópicas. Su total acuerdo con la religión de Davos es escandaloso.

Luego sentencia: "todos estos errores de Bergoglio hacen que las acusaciones contra Mons. Viganó parezcan superficiales y frívolas".

Por eso afirma con toda razón, que unir la Iglesia Ortodoxa con el catolicismo decadente, sería un verdadero suicido (para la Iglesia Ortodoxa). Pero, con tristeza reconoce que el modernismo también está infiltrando a su Iglesia Ortodoxa.

Otra aclaración de suma importancia: Cuando habla de "catolicismo decadente" no se refiere a la Iglesia Católica en cuanto a sus fundamentos y doctrina, sino a esta forma modernista con la que Bergoglio y sus seguidores han interpretado (más bien malinterpretado, desde el Concilio Vaticano II) la naturaleza de la Iglesia y su misión en la tierra.

Tan solo veamos los fines que propone Bergoglio: salvar el planeta y lograr la paz, por medio de la fraternidad universal. A ello se opone la Iglesia de Siempre con su misión: llevar almas al cielo, predicando el Evangelio que Jesucristo nos enseñó. ¿Se parecen en algo estos fines?


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