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15.10.2024

DISCURSO A LOS JESUITAS. La demografía de Francisco no resiste la prueba de la realidad. LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA. Por Ricardo Cascioli. 09oct24. https://lanuovabq.it/it/la-demografia-di-francesco-non-tiene-alla-prova-della-realta      

Resumen:

Hablando a los jesuitas en Bélgica, el Papa pidió la llegada de inmigrantes para sustituir a los niños que los europeos ya no tienen. Una mala receta que trata a las personas como objetos intercambiables y que ya ha causado mucho daño.

Aquí vamos de nuevo. Con la idea habitual de que como ya no se traen niños al mundo en Italia, se necesitan inmigrantes. Esta vez el Papa Francisco sale al campo con toda su autoridad. En la conversación que mantuvo con los jesuitas belgas el pasado 28 de septiembre durante su visita a ese país y que dio a conocer ayer con la publicación en La Civiltà Cattolica, el Pontífice afirmó efectivamente que: «Europa ya no tiene niños, está envejeciendo. Necesita inmigrantes para renovar su vida. Ahora se ha convertido en una cuestión de supervivencia".

Por pura coincidencia la publicación de estas palabras llegó el día de la audiencia del presidente del Istat, Francesco Maria Chelli, ante las comisiones de Presupuesto de la Cámara y del Senado. Chelli también confirmó para 2024 la tendencia en Italia a la disminución de los nacimientos: en los primeros siete meses de 2024 "los nacimientos rondaron los 210 mil, más de 4 mil menos que en el mismo período de 2023". En el mismo período, se produjeron 372.000 muertes, una cifra que demuestra la rapidez con la que Italia está perdiendo población y revela el creciente desequilibrio entre jóvenes y mayores.

Por lo tanto, la solución estaría en la inmigración, según el Papa, que se adhiere así al partido del reemplazo étnico, aunque sea dictado por la necesidad. Además, en la misma respuesta, el Papa Francisco también subrayó la importancia de garantizar la integración ("un migrante que no está integrado acaba mal, pero la sociedad en la que se encuentra también acaba mal") para luego elogiar el trabajo de Open Armas, cuya tarea, sin embargo, es arrojar a miles de inmigrantes ilegales a las costas italianas sin preocuparse en absoluto del "después".

No repetiremos, por enésima vez, porque la respuesta al descenso de la natalidad no está en la inmigración: sólo sorprende y entristece que sea el propio Papa quien no se dé cuenta de que la población de un país no está formado por individuos intercambiables, como si fueran objetos: la industria italiana producía coches x+y, ahora sólo produce x, luego compro y en el extranjero. Una persona es mucho más que un número: tiene necesidades materiales, sociales, culturales y religiosas que, en el caso del inmigrante, deben conciliarse con las de la sociedad en la que quiere permanecer. Porque la integración no es sólo responsabilidad de quien acoge, es también un deber de quien es acogido, es un movimiento bidireccional.

Pero el discurso del Papa también es engañoso y peligroso. Engañoso porque agrupa todas las migraciones, no distingue entre flujos regulares y desembarcos ilegales, favorece la narrativa según la cual nuestros países están cerrados a la inmigración tout Court. Esto no es cierto: en Italia, por ejemplo, el decreto de flujo del 27 de septiembre de 2023 fijó las cuotas de extranjeros que serán acogidos en Italia por motivos laborales en el trienio 2023-2025: 136 mil el primer año, 151 mil en el segundo y 165 mil en el tercero; en total 452 mil ciudadanos extranjeros.

Por lo tanto, hay que tener en cuenta una distinción entre inmigración regular e irregular. Y aquí el discurso del Papa se vuelve peligroso porque lo que promueve es la inmigración irregular, es decir, exalta la ilegalidad como forma de garantizar el ingreso al país deseado; no sólo eso, ni siquiera distingue entre quienes tienen derecho a ser acogidos como refugiados y quienes, según el derecho internacional, deberían ser repatriados. Quizás podamos discutir posibles aumentos de las admisiones regulares, pero es desconcertante escuchar a un Papa que instiga a la ilegalidad.

No se cuestionan las buenas intenciones humanitarias del Papa que se ocupa de la difícil situación de los inmigrantes, pero un humanitarismo ideológico favorece en última instancia la trata de seres humanos, el empobrecimiento de los países de salida (como han dicho muchas veces los obispos africanos) y el caos en los países de llegada, que es lo que estamos presenciando y que no puede atribuirse simplemente a la falta de voluntad de los gobiernos europeos para integrar a los recién llegados.

Como hemos explicado varias veces, la migración es un fenómeno complejo y no se puede resolver con lemas y palabras de moda que no tengan en cuenta la realidad. Y, sobre todo, la migración ilegal nunca podrá ser la respuesta al problema de la caída de la tasa de natalidad.


COMENTARIOS

"Europa ya no tiene niños, está envejeciendo. Necesita inmigrantes para renovar su vida. Ahora se ha convertido en una cuestión de supervivencia" Esta frase de Francisco no es necesariamente la mejor o la más adecuada desde la perspectiva cristiana.

El tema central es la migración. Aunque en México este problema no es tan grave, es la Europa occidental sí lo es. Poco a poco se ha poblado con migrantes provenientes de África y del Oriente Medio, en su gran mayoría musulmanes.

Para nadie es desconocida la política migratoria que los organismos internacionales como la ONU y la WEF tienen respecto a Europa: quieren repoblarla, pero no de manera natural, sino de una manera que cumpla sus objetivos planeados.

Los países de la llamada Europa Occidental han reducido tanto sus tasas de natalidad, que ya no pueden cubrir ellos mismos sus tasas de reemplazo. Esta tasa de remplazo es un concepto estadístico que se refiere a una población con un número estable, de forma que el número de nacimientos corresponda con el número de defunciones y así las familias, las empresas y el mismo gobierno, mantengan los servicios públicos y los aparatos productivos. Cuando hay menos población de la requerida, la sociedad sufre, como en este caso de la actual Europa, pues se genera una mayor cantidad de adultos y ancianos, y las poblaciones jóvenes ya no son capaces de cubrir todas las tareas y necesidades sociales.

Claro que aquí hay un problema. Pero la solución tiene que elegirse de acuerdo con la causa que la produce: si no hay suficientes niños, lo que debiera de hacerse es establecer políticas públicas que fomenten la estabilidad familiar y estimular el que las familias tengan más hijos.

Otra forma, pero artificial, es el admitir la migración; es decir, dejar que vengan de otras regiones a suplir el déficit poblacional. Desde el punto de vista demográfico parece una solución adecuada, pero tiene muchas implicaciones y riesgos.

Cuando es necesario recibir migrantes, se pueden recurrir a dos vías: la descontrolada e ilegal, o la controlada y legal. Desde luego que la segunda es la ideal, porque atiende a las necesidades del país de acogida y sirve como filtro para impedir la entrada a delincuentes o terroristas. Pero la forma en que están ingresando en Europa los migrantes obedece a la segunda vía, la descontrolada e ilegal, -generalmente muy bien controlada por los traficantes de personas- que resulta en un negocio sumamente redituable. Bajo esta vía es imposible establecer la calidad y cantidad de migrantes que llegan a un país, y menos el verificar sus antecedentes.

Desafortunadamente el Vaticano y Francisco a la cabeza mantienen la idea de dar acogida a todos los migrantes, independientemente de dónde procedan y cuáles son sus expectativas, y sin considerar las necesidades de los países que los reciben. Esta solicitud tiene tal prioridad que hasta han decretado como pecado el no hacerlo.

No es sencillo simplemente abrir las puestas a los migrantes, porque llegan con otras costumbres, otras necesidades, y no siempre logran asimilarse a la cultura de la nación que los recibe. Aún más; hay comunidades a las que no les interesa asimilarse a las culturas que los reciben; concretamente nos referimos al islam. Hay comunidades musulmanas que siguen viviendo con las costumbres de sus países de origen, e incluso con una autoridad propia, extraoficial, y no quieren someterse a las instituciones legalmente constituidas.

Frecuentemente se ponen como causas de la migración las guerras, la persecución o las hambrunas en los que buscan refugio, pero las estadísticas muestras que de los migrantes a Europa sólo aproximadamente un 20% provienen de esas naciones. Sin duda muchos del gran resto buscan tener mejores condiciones de vida, pero también los hay que son enviados a difundir o promover el Islam o ideologías diversas.

Pero el problema más importante para el cristianismo es que se ha fraguado un plan para descristianizar Europa mediante la migración. Este plan inició desde hace casi medio siglo, y se está realizando con avances muy significativos. Ya lo había anunciado Gadafi por los años 80, que Europa sería conquistada, no por las armas, sino por la migración. Y tal parece que así será. Con el paso de los años cada vez hay más musulmanes y menos cristianos. Este plan ha sido denunciado por algunos jerarcas de la Iglesia, como Müller[1], Schneider y Viganó, precisamente como una maniobra de Satanás para descristianizar Europa.

Algunos países, sobre todo de los que una vez formaron el bloque del este, han limitado el número de personas que reciben, y han promovido la protección a la familia y el que tengan más hijos, pero estas políticas han provocado el rechazo de los principales miembros de la Unión Europea, de la ONU y del mismo Vaticano.


[1] INFOVATICANA. 05 de diciembre de 2023.El cardenal Müller denuncia que la inmigración masiva sirve para «destruir la identidad nacional» de los países. https://infovaticana.com/2023/12/05/el-cardenal-muller-denuncia-que-la-inmigracion-masiva-sirve-para-destruir-la-identidad-nacional-de-los-paises/ 


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