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Cuando la Sagrada Forma pesa menos que una moneda. INFOVATICANA. Por Jaime Gurpegui. 21nov24. https://infovaticana.com/2024/11/21/cuando-la-sagrada-forma-pesa-menos-que-una-moneda/
Resumen:
Ayer, en misa, viví uno de esos momentos. Durante la distribución de la comunión, se cayó al suelo una Sagrada Forma. Fue un accidente, de esos que pueden ocurrir, pero lo que vino después es lo que realmente duele.

Cuando terminó la celebración, me acerqué al sacerdote con una duda, quizás ingenua para los tiempos que corren. Le pregunté si tenía intención de recoger los posibles restos que pudieran haber quedado en el suelo y de purificarlos, como manda la Iglesia. Su respuesta fue una burla, acompañada de un gesto despectivo: «¡Qué tontería más grande!» Me quedé atónito, con esa mezcla de incredulidad y tristeza que solo provoca la falta de reverencia hacia aquello que más debería importar.
Mientras volvía a casa, no pude evitar imaginar otro escenario. ¿Qué habría ocurrido si en lugar de una Sagrada Forma lo que hubiera caído al suelo fuera el cepillo lleno de monedas? ¿Habría considerado también una tontería ponerse a recoger las monedas esparcidas? Tengo mis dudas. Más bien imagino al sacerdote y quizás a un par de voluntarios agachados durante horas, asegurándose de que no quedara ni una moneda sin recoger.
Un arzobispo australiano se quita la cruz pectoral por dar una conferencia en una sinagoga. GLORIA TV. 04nov24. https://gloria.tv/post/4NDAFrb8FZSu1axnGQk6Q1Ztq
Resumen:

A finales de junio, el arzobispo de Sydney, Anthony Fisher, de 64 años, dio una charla en la sinagoga local en honor del difunto rabino Raymond Apple (1935-2024). Como de costumbre, el antiguo dominico iba vestido con su hábito dominicano blanco. Pero monseñor Fisher se había quitado la cruz pectoral que suele llevar.
De lo sagrado a lo funcional: el ocaso de la belleza en las iglesias modernas. INFOVATICANA. Por Jaime Gurpegui. 25nov24. https://infovaticana.com/2024/11/25/de-lo-sagrado-a-lo-funcional-el-ocaso-de-la-belleza-en-las-iglesias-modernas/
Resumen:
Hubo un tiempo en que las iglesias eran auténticos refugios de lo sagrado, espacios que elevaban el alma hacia lo eterno. Entrar en ellas era entrar en la Casa de Dios.

Todo, desde el imponente altar mayor hasta las vidrieras que filtraban la luz celestial, hablaba de un misterio que superaba al hombre. Hoy, muchas de esas iglesias han sido sustituidas por edificios que parecen salidos de un catálogo de oficinas o de un almacén frío y desangelado. Uno entra y no encuentra la grandeza de lo divino, sino la funcionalidad de lo práctico.
¿Qué nos ha pasado? ¿Cuándo dejamos de construir para Dios y comenzamos a construir para los hombres?
COMENTARIOS
¿Qué tienen en común estas tres noticias? Coinciden en una verdad muy actual: la Iglesia está perdiendo el sentido de lo sagrado.
Con respecto a la primera nota, en este tipo de accidentes, cuando por alguna razón cae una Hostia Consagrad al piso, lo usual es que se cubra el espacio donde ha caído, para, posteriormente, limpiarlo con sumo cuidado. En la Sagrada Eucaristía, Nuestro Señor se encuentra presente en todas y cada una de las partes de la Hostia. Por eso es que, con frecuencia, los sacerdotes recurren a partir la Hostia en varias partes, cuando la cantidad de fieles que se acercan a comulgar excede al número de Hostias Consagradas. Sabemos que Cristo está entero en cada una de las partes, y también en las pequeñas partículas, que sin duda se desprenden de una Hostia al caer al suelo… También por ello está prohibido dar a los fieles la Sagrada Forma en sus manos, porque seguramente quedarán en ellas algunos residuos…
Cuando no se toman las precauciones necesarias, se corre el riesgo de que esas pequeñas partículas, cada una de la cual contiene el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor y Dios, sea pisoteada, profanada, o barrida con la escoba y tirada a la basura, en el mejor de los casos.
Gurpegui consigna la respuesta del sacerdote cuando fue interrogado sobre si limpiaría con cuidado el sitio donde cayó la Hostia: «¡Qué tontería más grande!» ¡No es ninguna tontería! ¡Es una necesidad! A menos que el sacerdote no crea en la presencia real de Cristo en la Eucaristía…
Luego se pregunta si pasaría lo mismo si se cae un cepo de limosnas o una de las canastas que recogen los donativos en las misas dominicales… Seguramente el sacerdote se aseguraría de que no se perdiera ni la más pequeña moneda.
Respecto a la segunda noticia, se trata de un arzobispo, que tiene bajo sus órdenes a otros obispos, y el cuidado de los fieles de las diócesis que cada uno representa. Pero viendo hacia la parte superior de la jerarquía, tiene sobre sí al mismo Cristo, al Cristo crucificado que reglamentariamente debe llevar sobre su pecho un obispo; sin embargo, al dar esta conferencia, renuncia a mostrarse como representante de Aquél que lo puso al cuidado de su rebaño. Quizás sea una falta menor, pero esto se llama apostasía, pues implica una renuncia a Cristo y a su Iglesia… Y todo para no quedar mal ante los miembros de una sinagoga…
¿Qué hubiera pasado si Nuestro Señor Jesucristo, cuando fue presentado ante el Sanedrín o ante Pilatos hubiera negado ser el Hijo de Dios, para no ofender a los presentes? Y conste que Él sabía que iba a morir, y quizás negarlo podría salvarlo… Pero, sobre el citado arzobispo, primero, no tenía nada qué hacer en una sinagoga, pues la Cruz y las sinagogas no se llevan bien; pero una vez que aceptó la invitación, solo tenía que mostrarse como lo que es: un representante de Cristo. La peor reacción que debió haber suscitado es que algunos judíos se salieran o murmuraran en su contra… Pero tomó la opción de quitarse la Cruz pectoral para no incomodar a los judíos…
Sobre la tercera nota, Gurpegui nos presenta una verdad fuera de toda duda: las iglesias, especialmente las de orientación modernista, han cambiado lo sagrado por lo funcional. Han cambiado el fin por los medios. Y es que, cuando tenemos la oportunidad de asistir a una iglesia antigua, lo sagrado se respira desde el mismo ingreso: El altar con su gran crucifijo atrae inmediatamente la atención sobre la centralidad de Cristo; las cúpulas elevadas nos hablan del cielo y la eternidad; la grandeza de la nave central nos mueve al silencio y a la contemplación, y las imágenes de santos ubicados en las paredes laterales, nos invitan a la oración.
Por el contrario, las nuevas iglesias, no son fácilmente reconocibles porque su estructura externa no difiere mucho de las construcciones a su alrededor. Al ingresar observamos que el fondo es ocupado por una mesa-altar de diseños tan variados, que sólo la reconocemos porque está al centro; el Sagrario está oculto en alguna parte cercana a la mesa, donde casi nadie lo puede ver; en lugar de bancas con reclinatorios, hay hileras de asientos que evocan más bien a un auditorio o algún cine… Sólo una cruz en el centro -en ocasiones pequeña- y casi nada alrededor…
Estamos ante un problema serio. Si perdemos el sentido de lo sagrado, con ello cuestionamos nuestra misma existencia, pues corremos el riesgo de extraviar el camino al cielo, que es nuestro fin último.