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SAN JOSÉ EDUCADOR Por: Flavio Mota Enciso

01.05.2022

INTRODUCCIÓN

Hablar de este gran Santo, sus virtudes y su legado a la educación es una tarea fácil y difícil a la vez. Fácil, si consideramos que el mismo Dios lo ha elegido para ser el padre de Jesús, que es toda perfección. Suponemos un Plan Divino que no puede salir mal. Pero es difícil cuando tenemos que responder a preguntas como: ¿Qué le enseñará San José a Jesús? ¿Con qué finalidad? ¿Cómo lo va a hacer? Las respuestas ya no son sencillas. Justamente estas son las preguntas que orientan las reflexiones de este escrito, al que añadimos una pregunta más: ¿Qué enseñanzas deja San José a los educadores?

Vemos en San José a un hombre sencillo, carpintero de oficio, que supo acoger el misterio de la acción de Dios en la Santísima Virgen María; se desposa con Ella, juntos viajan a Belén a cumplir con las leyes civiles; huyen a Egipto ante el peligro que representa el mandato de Herodes, de asesinar a los hijos pequeños de los judíos; para luego -a la muerte de este rey- regresar a su patria y establecerse en Nazaret, donde junto con María se maravillan al ver crecer en sabiduría y fortaleza nada menos que a Jesús, con el que comparten sus alegrías, penas y trabajos durante toda su niñez y juventud y parte de su vida adulta. Aunque no conocemos con exactitud los detalles de la muerte de San José, fue antes de que su Hijo iniciara su vida pública.

Sin duda fue un padre que amó intensamente a su Esposa y a su Hijo, a quienes cuidó, protegió, proveyó de lo necesario y, como padre, cumplió con la responsabilidad de ser la cabeza de la familia. "... y les estaba sujeto" (Lc. 2, 51) dice de Jesús el evangelista. Sabemos además que San José era descendiente de la casa de David, pero aunque se trataba de un noble linaje, su familia era pobre.

La grandeza de este Santo, sólo se compara con la medida de su humildad. Durante toda su vida quiere mantenerse a la sombra. Advierte la grandeza de su Hijo y se regocija en su gloria, pero jamás en la propia. Cumple su tarea de proteger y educar a Jesús, pero sabe cuál es su misión en la tarea de la redención y la cumple en silencio. Pocas veces citan los evangelistas a San José. Ninguna vez sus palabras. Ésta es su forma de proceder y también, como veremos más adelante, su manera de educar.

Pero no podría ser distinto, porque la humildad de San José no es compatible con las glorias de este mundo y porque comprende que su misión es servir a Jesús, el Mesías.

Para abordar este tema sobre "San José: educador" trataremos de responder a tres preguntas: ¿Por qué se considera a San José modelo de educador? ¿Qué hizo San José como educador? Y ¿Qué podemos aprender de Él?

SAN JOSÉ, MODELO DE EDUCADOR.

La primera pregunta requiere precisar el concepto de educar. Educación es una palabra latina que los estudiosos hacen derivar de dos vocablos: educare y educere, que significan guiar, dirigir, orientar y también sacar fuera. Implica al menos cuatro elementos fundamentales: alguien que educa, el que es educado, los contenidos o aprendizajes necesarios y la finalidad. En la educación formal, escolarizada, estos elementos se distinguen fácilmente: el maestro es el que educa, el alumno, el educando y en el currículum se encuentran los dos elementos faltantes, los contenidos y las finalidades. Pero en la educación no formal no siempre son tan claros: los roles del maestro y del aprendiz suelen intercambiarse, los contenidos pueden aparecer espontáneamente y no siempre hay intencionalidad en las acciones. En la familia se combinan ambas modalidades: los padres son regularmente los educadores y los hijos los aprendices, los contenidos suelen ser valores, actitudes, tradiciones, conocimientos, hábitos, etc., todo lo que los padres quieren que aprendan sus hijos, lo hagan conscientemente o no. Frecuentemente lo que los padres enseñan a sus hijos y la manera de hacerlo, resulta de las experiencias vividas por los padres, cuando fueron a su vez niños.

Pero la finalidad que se persigue al educar, sea en un entorno formal o no formal, hace una gran diferencia. En el orden natural el fin de la educación es el desarrollo armonioso del niño para que se convierta en un hombre completo, íntegro, que desarrolle sus capacidades: físicas, psicológicas, sociales, morales, etc. Pero en el orden sobrenatural la educación se convierte en una tarea excelsa: ayudar al hombre a que alcance su salvación. En este sentido el educador se hace partícipe en la misión redentora y la educación adquiere una dimensión trascendente.

En esta finalidad sobrenatural es de particular importancia en la educación de la conciencia moral. S. S. Pío XII (S/F) en sus discursos a los esposos, a los médicos, a los periodistas, etc., la define como "...el núcleo más íntimo y secreto del hombre. Ahí es donde el hombre se refugia y entra en diálogo consigo mismo y con Dios. Ahí se eligen los caminos del bien o del mal." Esta razón resulta suficiente para entender su importancia, y no exclusivamente para cubrir el fin sobrenatural, pero sí condición de éste. Sobre la necesidad de educarla, insiste S. S. Pío XII en el documento citado: "Formar la conciencia cristiana de un niño o un joven consiste en iluminar sus mentes sobre la voluntad de Cristo, sobre su ley y sobre su vida... a fin de inducirlo a la libre y constante ejecución de la voluntad Divina" y nos advierte: "...sustraída a su clima natural, no puede producir más que frutos venenosos"

Por otra parte, nuestro Señor Jesucristo, definido por nuestro Credo como verdadero Dios y verdadero Hombre, vivió, gozó y sufrió las diferentes etapas por la que atraviesa una persona. Fue un niño, aprendió a caminar, a hablar, a rezar sus primeras oraciones, a relacionarse con sus vecinos, realizar sus tareas domésticas, y, ya adolescente, sin duda aprendió a trabajar.

Con estos antecedentes ya se puede responder a la primera pregunta: ¿Por qué se considera a San José modelo de educador?

A San José, junto con la Santísima Virgen María, les correspondió la tarea de educar a Jesús. Podríamos pensar que fue una tarea fácil, pues sin duda Jesús niño debió ser inteligente, pero también inquieto, como todos los niños listos. Debió ser curioso, hacía preguntas, jugaba, todo bajo el cuidado y orientación de María y José. ¿Sería fácil educar a Jesús? Hipotéticamente hablando. Si alguna vez nos preguntaran si quisiéramos ser profesores de Jesús niño, ¿qué responderíamos? ¿Quién se atrevería? Tener siempre la respuesta prudente y adecuada, el consejo amoroso y sabio, la decisión justa, la constancia en la formación de los hábitos, el ejemplo intachable... Ahora empezamos a entender la preocupación de San José.

El que educa vela por el otro, que es sujeto de educación. Pone en primer término al otro, al alumno. Su valor como educador no depende de sus grados académicos o sus libros escritos, sino del desarrollo, crecimiento y fortalecimiento en todos los ámbitos, de aquellos que están bajo su responsabilidad.

¿San José educador? ¡Claro que sí! ¿Modelo de educador? ¿Hay una mejor forma que la que Él nos muestra con su vida? Dice San Bernardino de Siena: "José fue elegido por el eterno Padre como protector y fiel custodio de sus principales tesoros, esto es, de su Hijo y de su Esposa, y cumplió su oficio con insobornable fidelidad."

LA EDUCACIÓN EN LA FAMILIA DE NAZARET

La segunda pregunta planteada fue: ¿Qué hizo San José como educador? La educación empieza en la familia. Así nos lo demuestra San José. Particularmente en una época en que casi toda la educación era en la familia. Las escuelas o centros de instrucción eran escasos y no de concurrencia cotidiana. Prácticamente se reducían a las enseñanzas recibidas en los templos o sinagogas.

¿Qué hizo San José como educador? En una tarea de síntesis podemos agrupar sus acciones en los siguientes cuatro puntos:

Ser padre. De manera natural, ser padre es ser educador. Si bien San José no es el padre natural de N. S. Jesucristo, si fue su padre legal, que tampoco fue fácil. Cuando le es encomendada esta tarea, no sabe cómo proceder. San José se siente turbado ante el misterio de la salvación, y quiere huir en secreto. Pero el Ángel del Señor se le parece en sueños y le dice "José, hijo de David, no temas de recibir á María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es" (Mt. 1, 20). Quiso huir, dice la tradición, no por dudar de la honestidad de María, sino para no interferir en el plan Divino, quizás por considerarse indigno de vivir al lado de la Madre de Dios y de cuidar al mismo Dios hecho hombre.

Él guarda este secreto. A él le corresponde ponerle el nombre de Jesús cuando lo presenta en el templo. Él provee lo necesario para la casa. Enseña a Jesús. Lo protege ante el peligro. Su paternidad es nombrada varias veces en los evangelios: San Lucas llama a N. S. Jesucristo "...el hijo de José" (Lc. 3, 23) y en otra parte expresa San Mateo "... ¿no es éste el hijo del carpintero?" (Mt. 13, 55) La misma Virgen María lo refiere como padre en la angustiosa pérdida de Jesús, a la edad de 12 años "...mira que tu padre y yo te buscábamos con dolor" (Lc. 2, 48)

Las funciones básicas de un padre, contextualizado en tiempo y lugar, eran: "proteger a la familia, representarla jurídica y socialmente, ganar el sustento, educar a los hijos, enseñarles un oficio, normalmente el mismo que se transmite de padres a hijos; ofrecer el brazo fuerte y el corazón magnánimo para enfrentarse a las dificultades de la vida" (Casciaro, S/F). San José cumple todas estas tareas cabalmente. Así lo confirma SS. El Papa León XIII. "José se convirtió en el custodio legal, administrador y defensor de la Sagrada Familia, que estaba bajo su tutela. Y durante toda su vida cumplió plenamente con esas responsabilidades y deberes." (Quamquam Pluries, 3)

Servir a Dios. Podemos decir que San José sirvió a Dios por doble partida. Primero, a través de la obediencia, estando siempre atento a los designios Divinos, y, segundo, porque a él le tocó directamente educar-servir a Jesús. Educar es servir. La obediencia es una nota sustantiva de San José. El Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo "José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa" (Mt. 1, 19-24). "Levántate, coge al Niño y a su Madre y huye a Egipto" (Mt. 2,13). Y San José obedece. Manifiesta la disposición para responder, no cuestiona el mandato de Dios. Asume sus responsabilidades como esposo y padre.

Sin duda servir a Jesús Niño era en una fuente de grandes inquietudes para San José, preocupado siempre por hacer lo correcto; pero era más un océano de gozos y delicias. Ver crecer a Jesús. Tenerlo en sus brazos. Jugar con Él. Enseñarle a rezar y a leer las escrituras. Darle todo el amor de que es posible un padre. Grande es el servicio que presta San José al Hijo de Dios, y desde luego, es magníficamente correspondido por el Eterno. Santo Tomás de Aquino (Citado por Martí Ballester) afirma que, "cuanto más una cosa se aproxima a la causa que la ha producido, más participa de su influencia. Ninguna criatura, excepto Jesús y María, se han aproximado más a Dios que San José, por su predestinación a esposo de María y Padre virginal de Jesús. Consiguientemente la santidad de San José excede a todas las criaturas humanas y angélicas. Admirables debieron ser las virtudes escondidas del padre de Jesús, la humildad y la obediencia"

Preparar el entorno educativo para Jesús. Hay una preocupación de los educadores de todos los tiempos, pero sobre todo de los contemporáneos por diseñar, modificar o al menos conocer el entorno social y pedagógico en el que se realiza la tarea de educar. El supuesto es que la tarea de educar se facilita cuando el entorno es propicio. A San José y a la Santísima Virgen María les ha tocado preparar este ambiente educativo para Jesús.

San José era respetuoso de las leyes y de las obligaciones sociales. El evangelio nos da algunos ejemplos: cumplió con el precepto de ir a Belén a empadronarse; lleva a Jesús al templo, a presentarlo, según la costumbre judía, luego va a Jerusalén en las fiestas de Pascua, etc. Sin duda debió ser un buen ciudadano y un buen vecino. Debió ser un buen trabajador. Un hombre religioso y piadoso. No lo podemos imaginar de otra manera. Pero lo más importante, debió cuidar a su familia con la mayor dedicación y esmero de que era capaz. Y no solo físicamente, sino también psicológica, social y espiritualmente. Velaba por la armonía de su hogar: trabajan juntos, se divierten juntos, oran juntos. Dice el padre Vilaseca (1972): "¿Quién como José, entregado siempre a la más perfecta alabanza de Jesús y de María?"

Este es el ambiente educativo que le tocó preparar a San José, para que dentro de él se educara Jesús: Respeto a las tradiciones y costumbres. Respeto a las leyes. Buenas relaciones con sus familiares, amigos y vecinos. Respeto, oración y laboriosidad en su casa. Buen esposo y buen padre.

Educar a Jesús. Educar al Divino Maestro. De nuevo recurrimos a la pregunta inicial ¿qué podría haber enseñado San José a Jesús, Dios y hombre verdadero? El misterio de la Redención no nos permite profundizar en las razones Divinas, pero si podemos entender al menos un par de hechos. Dios se hizo hombre, verdadero hombre. Y vivió conforme a las reglas de la naturaleza humana. Nació en el seno de una familia, fue protegido y amado por sus padres, y fue educado por ellos. El segundo hecho es que Jesús, siendo Dios, se sujeta a voluntariamente a esas leyes para enseñarnos el camino de la salvación, y nace en un lugar humilde, se sujeta a las órdenes de sus padres, permite que San Juan lo bautice y muere de una muerte ignominiosa, dedicada a los peores delincuentes.

A José y María les ha tocado la difícil pero honrosa tarea de educar a Jesús. Enseñarle, orientarle, aconsejarle, responder sus inquietudes, y sufrir con Él; en fin, acompañarle durante toda su vida en este mundo. Según la tradición, la muerte de San José sucede cuando Jesús contaba con treinta años.

La labor educativa de San José se centra en el cuidado de Jesús, del Mesías prometido, al igual que San Juan el Bautista le corresponde preparar el camino que recorrerá el Salvador. En el servicio a Jesús, nos ha enseñado cómo educar. Y para ello no ha necesitado escribir libros ni diseñar un modelo pedagógico propio. El libro y el modelo es Cristo. San José es su custodio. La propuesta es sencilla. Dado que no tenemos palabras de San José en las Sagradas Escrituras, tomamos prestadas las de la Santísima Virgen María en las Bodas de Caná. "Hagan lo que Él les diga" refiriéndose a Jesús. Estamos seguros de que, si le preguntáramos a San José cómo educar, nos daría esa respuesta, manifestación de la comprensión de su tarea en la redención y como muestra de humildad: "Hagan lo que Él les diga". San José educó a Jesús. San José sirvió a Dios. Él nos muestra el camino, que es el mismo camino de Nuestro Señor Jesucristo.

ENSEÑANZAS DE SAN JOSÉ PARA LOS EDUCADORES

¿Cómo educar? Las enseñanzas de San José al respecto son muchas, pero rescataremos algunas sumamente necesarias y eficaces en el contexto educativo actual. Podemos destacar cuatro pilares sobre los que se basa su acción educativa:

  • Confiar en Dios. La plenitud educativa solo se alcanza si está orientada a lograr la plenitud del hombre, a facilitarle el reencuentro con su Creador. Servir al hombre porque es hombre, porque merece respeto, o porque necesita ser productivo, es bueno, pero insuficiente. Es necesario servir al hombre por amor a Dios. La grandeza de la educación sí tiene que ver con el crecimiento del alumno, pero fundamentalmente en la participación en la obra redentora de Dios. No es suficiente formar buenos hombres o ciudadanos, si esa formación no está orientada por el fin último: la salvación de cada hombre en particular. Recordando a SS Pío XII citado anteriormente. Si le quitamos a la educación esta finalidad, "...no puede producir más que frutos venenosos".

Confiar en Dios presupone la obediencia. San José es un modelo arquetípico de obediencia. Comprende el proyecto de Dios y sigue sus designios sin tardanza y sin cuestionamientos. Es otra virtud también ya incomprendida en la actualidad, en la que el concepto de obediencia parece denigrante, como si fuera una derrota. Ahora predomina la idea de que podemos y debemos hacer lo que nos parezca bien, de ser críticos ante los mandatos de los demás, aunque legítimamente tengan la autoridad. Este enfoque ejemplifica la praxis de muchas corrientes pedagógicas, en aras de la exaltación de la libertad y la realización del hombre.

Obediencia y libertad no son conceptos antagónicos. Pero deben ser entendidos cabalmente: obediencia a una autoridad legítima y libertad para hacer el bien. Y ninguna de las dos tiene que ver con caprichos. Pero la obediencia y la libertad requieren de educación. Necesitan de un trabajo intencionado, planeado, dirigido y supervisado. Relacionado sin duda con lo que SS Pío XII llama "educación de la conciencia"

San José es un modelo de entrega. Nos muestra a los hombres de este siglo, instalados en falsas seguridades y cerrados en nuestros propios caprichos, que la obediencia vivida con prontitud y generosidad, es un camino que dignifica a quien lo sigue.

Servir a Dios es confiar en Él. Sin duda San José se vio en toda su vida con situaciones que desbordan, o bien su comprensión, o bien sus fuerzas. Pero entiende que es la voluntad de Dios y atiende. Él sabe en Quién ha puesto su confianza. No hay reproches, no hay reclamos, y menos rebeldías. ¡Claro, no está solo! A su lado está la Virgen María que lo conforta y anima.

Hombre prudente, no juzga lo que no entiende. Tiene sus momentos en que se prueba su fe, siente miedo y preocupación. En el evangelio se relata uno de esos momentos muy humanos en el regreso de Egipto "Al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea, como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá..." (Mt. 2, 22). Y la crueldad de Arquelao no era menor que la de su padre. Seguro es que ese miedo era, más que pensando en sí mismo, preocupado por la seguridad y bienestar de María y su Hijo. Luego Dios le da a conocer su voluntad en sueños, y San José confía. "...Entonces, avisado en sueños, se retiró a Galilea".

Educar confiando en Dios, como San José. Otra virtud difícil de encontrar en nuestros días. Estamos preocupados de asegurar nuestro trabajo, antes que la formación de nuestros alumnos; asegurar nuestros bienes, antes que confiar un poco en la Providencia, como si pudiéramos garantizar nuestra vida o nuestra salvación. Qué cierta es la sentencia que dice "ocúpate de las cosas de Dios, que Dios se ocupará de las tuyas". Y lo hará bien. Si duda infinitamente mejor de lo que podemos hacer nosotros.

Si los educadores comprendieran el plan Divino y confiaran en Dios, como lo hizo San José...

  • Acompañar al educando en su desarrollo. Esta acción se traduce en la presencia viva del educador en el proceso de crecimiento del educando, en la ayuda que le brinda para que alcance la máxima perfección posible. Estar con el educando, impulsándolo para que se convierta en un buen ciudadano, buen trabajador, buen hijo, buen padre. Esta presencia facilita el avance hacia los fines deseados, evita los costosos desvíos, y hace más en la vida del que aprende que la suma de todas las pedagogías correctivas. Es una presencia como la de José y María, que estaban atentos al desarrollo de Jesús. Con sus cuidados "...el Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en Él." (Lc. 2, 40). Dice San Atanasio, obispo de Alejandría (citado por Vilaseca, 1874), refiriéndose a este punto: vemos a... "José siendo compañero inseparable de la Virgen, desempeñando un mismo ministerio y aguardando con la misma fe las futuras cosas que habían de suceder".

La presencia del educador es una estrategia educativa que jamás falla. Estar presente durante el proceso educativo. La poca información que tenemos de los evangelios sobre San José nos habla de su presencia en la vida de Jesús. El Custodio de Jesús hacía justamente eso, estar con Él. Cuidarlo. Estar allí cuando Dios- Niño lo necesita. Estar presente cuando surgen los peligros. Claro que en el caso de San José esa presencia era también motivo de inmenso gozo. Estar nada menos que con Jesús y su Santa Madre. Acompañarlos. Trabajar, reír, hacer oración juntos. Era casi como estar en el cielo.

San Juan Bosco entendió muy bien este principio, pues su sistema preventivo tiene como eje educativo el que los profesores estén cerca de los niños: la presencia del educador. Cuando el educador vigila atento, disminuyen los desvíos, se evitan muchos problemas y la tarea formativa da abundantes frutos.

  • El tercer pilar de la acción educativa de San José está ligada a su deseo por mantenerse oculto, en silencio, atrás de su Divino Hijo: la humildad. Nos enseña que el importante es Jesús, no Él. Que lo importante es servir a Dios, no a él mismo. Esta grandísima virtud en San José, posiblemente la de mayor perfección entre los santos, exceptuando a la Santísima Virgen María, es algo difícil de entender en nuestros días. Y San José sin duda tenía de qué vanagloriarse: venía del linaje del Rey David. Hombre justo, como lo llama el evangelio, sin duda un hombre respetado y respetable, honrado, trabajador, etc. El se sabía padre y custodio de Jesucristo, pero su humildad lo lleva a permanecer oculto, a buscar sólo la gloria de su Hijo. ¡Qué difícil es en nuestros días entender y valorar la humildad! En esta sociedad donde ser el número uno es lo importante, tener los reconocimientos que pocos podrán alcanzar, donde el mundo no es para los perdedores...

La humildad precisa del silencio, tanto como la soberbia de la alabanza continua. Ante los tiempos actuales, tiempos de ruido, de superficialidad, de la poca escucha, San José surge como modelo para todos los hombres, enseñándonos cómo el silencio es un camino para lograr el señorío de sí, el recto ordenamiento de nosotros mismos, es una pedagogía de la voluntad.

  • Laboriosidad: San José tenía el oficio de carpintero, según lo narran los evangelios. Y debió ser bueno, porque no podemos imaginar a San José haciendo trabajos "a medias" o de baja calidad. Y sin duda, puesto que era parte de las tareas educativas de su época, enseñó el oficio a Jesús. Los trabajos que ellos entregaban también sin duda eran apreciados por los vecinos. ¡Qué daríamos por conservar tan solo una silla o una mesa elaborada por las diestras manos de estos carpinteros de Nazaret! San Justino, en el siglo II, escribe: "José es carpintero por oficio y Jesús era carpintero también, y trabajando en el taller de José, hacía como él, yugos y arados" (citado por Vilaseca, 1874)

San José nos muestra el valor del trabajo y nos lo propone como un medio de santificación. El trabajo es un medio para vivir, y no a la inversa, como parece que ahora sucede. Parece que algunos vivimos solo para trabajar. San José nunca persigue la riqueza con su trabajo, aunque sea legítima. Tenía una familia humilde y pobre, porque ese es un ambiente fértil donde crecen las virtudes, y porque así lo eligió Dios al enviar a su Hijo a este mundo. Una prueba de esta afirmación se encuentra en el evangelio, cuando presenta al Niño en el Templo y se lleva a cabo la ceremonia de purificación de María, al ofrecer el sacrificio acostumbrado: "...era pobre, por eso ellos fueron al templo para ofrecer en sacrificio, según la ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones." (Lc. 2, 24).

A pesar de los excelentes trabajos de San José y su Hijo, es obvio que no buscaban la riqueza. Si fuera así, las escrituras narrarían la vida de Jesús de otra manera. No sabemos que la carpintería de José, el hijo de David, tuviera más empleados o hubiera abierto sucursales en las poblaciones cercanas.

San José dignifica al trabajo. Hace del trabajo una continua oración con Dios. Nos enseña que lo importante no es hacer grandes cosas, sino hacer bien la tarea que corresponde a cada uno. Sin duda guardaba un profundo respeto por las personas para las que trabajaba. Muestra la dignidad del trabajo, por más simple que sea ante los hombres, y lo propone como una forma de santificarse. Por eso es que la Iglesia lo proclama como Patrono de los trabajadores.

Educar por medio del trabajo es una enseñanza a la altura de cualquier pedagogía moderna. La laboriosidad es una cualidad necesaria en un buen educador, porque la constancia sin duda hace más que la palabra elocuente. Los alumnos necesitan aprender a trabajar y trabajar para aprender. El maestro debe ser el guía y el ejemplo.

CONCLUSIONES

¿San José educador? Si, y modelo de los educadores. Desempeña con amor y vigilancia la tarea de educar a Jesús. Si bien nosotros no tenemos a Jesucristo como educando, si tenemos a personas creadas a imagen y semejanza de Dios, y con una misión que cumplir. Conforme a los designios de Dios, José supo brindar el ambiente educativo, la amorosa conducción y el acompañamiento necesario a Jesús, su Divino Hijo. Nos muestra cómo es que debemos conducir el proceso educativo, sirviendo a las almas que nos son encomendadas, acompañándolas y vigilando su desarrollo y perfeccionamiento.

¿Qué hizo San José como educador? Básicamente podemos sintetizar sus hechos en un par de ideas: servir a Dios y hacerlo con humildad. Era consciente de su responsabilidad como copartícipe en la tarea de la redención y de que la gloria no está sino en la educación de quien tiene como alumno. Nos enseña que educar es servir y que el servicio es a los hombres, por amor a Dios. Y entiende la tarea del educador, como el impulsor, orientador, pero no es el protagonista. San José nos enseña que la educación con humildad es la mejor forma de lograr la perfección del docente y de asegurar la gloria eterna prometida.

¿Qué enseña San José a los educadores? Muchos son lo méritos y las enseñanzas de este gran Santo, pero podemos rescatar algunas de las comentadas aquí: obediencia a Dios y a los superiores, confianza en Dios ante todo; presencia del educador en el proceso de formación del alumno y valorar la importancia y dignidad del trabajo constante y bien hecho.

A ejemplo de San José, ojalá nos demos el tiempo para tratar de comprender lo que significa educar conforme al Plan Divino. Entender que es necesario guiar al alumno hacia su plenitud, de manera íntegra, pero sin olvidar que tiene un alma que salvar. La educación está comprometida en esa tarea. Su Santidad Pío XII, citando a San Agustín, nos señala el camino: "... que nuestra escuela no sea una "vendedora de palabras" sino una modeladora de almas."


BIBLIOGRAFÍA
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Vilaseca, J. M. (1874) Las glorias de San José: o sea la vida del Santísimo Patriarca. El Salvador. Centro Josefino de Centroamérica. Vilaseca, J. M. (1972). Dignidad y santidad de un misionero. México. Progreso. 

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